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Encallado en la venganza [Fragmento 16]

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al pisar el último escalón, su pie se enterró por completo y tropezó cayendo de bruces contra el suelo. No tardó en darse cuenta de que se trataba de una “trampa” y comenzó a reírse a carcajadas. «¡Joder, sigues siendo igual de cutre en esto hijo de puta!», gritó. No le importó tener media pierna atrapada en una escalera llena de clavos, pues lo importante era que su mano seguía sujeta a su queridísima arma.

No sentía dolor alguno, ni siquiera de lo magullada que saldría su pierna tras sacarla de aquel pozo de clavos. «Encima clavos, es que hay que ser simple.» Le recordaba a los tiempos de carpintería cutre en el pueblo en el que nacieron Jävul y Huten. «Que lloro...», se dijo para sí, amagando a enjugarse uno de los ojos con la mano libre; la otra la apoyaba sin soltar el arma para sacar la pierna.

»Crrrrrrrrrrreuuucczzz«. Se le rasgó la tela del pantalón y Jävul masculló un taco. Inspeccionó el cuadro que le habían pintado los clavos sobre su pierna: «aceptable». Cuanto más se complicaba la partida, mejor se lo pasaba. La magia de la desventaja. Se estaba poniendo cachondo del sólo hecho de pensar que cuando tuviera a su hermano delante, podría por fin poner punto y final a una venganza que llevaba planeando desde que resurgió de las cenizas.

«Mala hierva nunca muere». Y ahora venía carnívora. Apoyó su espalda en la pared del final de las escaleras para poder levantarse y probó a andar. Los clavos le hacían aparentar un Terminator de acero inoxidable, un hombre sobrehumano que se erguía en busca de sangre. Iba patizambo por culpa de los clavos. Y siguió cantando como si nada hubiese pasado.

🎝 Liten Hund, Liten Hund, dónde te encontrarás, que quiero jugar contigo, aunque no quieras jugar más, aunque no quieras, Liten Hund, Liten Hund... 🎝

Tenía dos opciones: habitación o baño. Y fue hacia

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[Sor Nerea: magia y trampas]

<<jaja, no, ¿qué ha pasao? --- sígueme el rollo>>

L O+ L E Í D O · A Y E R

Maiduti

Se ve luz al final del túnel, se ve, Se ve a Maiduti aclamada por su envés: no la juzgan por su portada, quiere creer. Un nuevo deber en la agenda apuntada. Avanzan los pasos, los logros quedan cerca. Brindemos por los "ligeramente". No saborearemos el oro, pero en bandeja de plata yo se lo pondré. Se ve luz al final del sueño, se ve, del punto y coma duradero, a los tres. El continuará como dolor de barriga: podré decir que lo intenté.  ANTERIOR ["Inktober de Poemas: 4 de octubre: Maiduti"] SIGUIENTE

Buscando.

Me di cuenta tarde. Estaba efectivamente buscándote entre la gente. Tantos datos que me diste de ti y nadie coincide contigo en la calle. Temo siempre por distraerme y encontrarnos sin saber que lo hemos hecho, por eso miro a todos lados, antes de cruzar. Al frente si el semáforo está en rojo. A la muchedumbre si parece inmensa; busco quien destaque de entre la marea. Pero luego me doy cuenta de lo absurdo que todo parece. ¿Se estará dando cuenta alguien de este ridículo que estoy haciendo? Pero si nadie se percata, yo te seguiré buscando.

Hineni

Esa mirada que se esconde entre el cárdigan de tus palpitaciones y los soplos de a quien lanzas corazones es la que me intriga.   Andas siempre sonriente, con unos luceros como la noche observándome ¿qué es lo que pensaron entonces?, me pregunté ¿cuando aterricé sobre esos lunares buscando placer y encontré a dos estrellas fugaces esperando a otro viandante? No lo sé.   Hay satélites ambulantes que buscan dónde resguardarse de una soledad imparable, y buscan ubicarse, orbitando para fijarse en sólo una presencia inapagable como tú.   Pero dudo que estos hilos nos juntasen así que velo por tus sueños, desde tu olvido, y admiro desde otro sitio que esos ojos bonitos, amen a quien amen, encuentren un destinatario fiable. Esto es sólo un mensaje desde un dudoso remitente allá donde te encuentres, si me necesitas aquí estaré.  [ 29 de octubre con: CÁRDIGAN. Aportación de E udyptes] POEMTOBER SIGUIENTE

Nunca la misma; siempre diferente

Inmarcesible Que no puede marchitarse. Siempre el mismo discurso que no marchita, las mismas palabras cansinas, arrastradas, casi automáticas, sin ser románticas, siempre el mismo augurio, las mismas resignaciones prescritas, los mismos focos sobre la misma mirada de ojos: la nostalgia de poder haber sido otro quien se comiese el marrón. De los tiempos donde una se engañaba a sí misma y el reflejo le decía que no, que no eran buenos tiempos para sentir afecto ni pedir cariño, o la herencia, o la querencia en la que siempre se queda, esa estancia de indiferencia, no hay ventanas, sólo espejos y a caminar a tientas. Siempre es el mismo sermón inmarcesible en sus renglones, jugando en los laterales, recortando los bordes, sin ser extremistas opuestos, siempre conociendo las reglas, los juegos sucios, los trucos, temiendo los ases bajo las mangas, los puñales por la espalda. Siempre es el mismo resultado para quien juega en casa. Sin embargo nunca es la misma persona quien ...