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Mostrando entradas de febrero, 2020

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Ansiaba que llegara de su larga travesía tanto como ver un anochecer de eclipse estelar en la Estepa de las Auroras. El reloj de sémola dejaba caer en cascada sus granos; pasaban los momentos y las hormigas que dicen que te recorren la espalda por el entusiasmo no dejaban de repiquetear sonoras y plasmar mis mayores deseos por verla regresar. Estaba apuntado en el telón albo de la sala de pensar: hoy era el mejor día de toda la Nova. Hoy era un día insólito en las vidas de muchas criaturas como yo que buscan, en el reencuentro con aquéllas que se fueron largas estaciones en búsqueda DEL mejor hallazgo, la reconfortante respuesta a todas las inquietudes vitales de un Sextus. Repiquetearon las campanas y el faro giró 480º con un haz de color del regreso. Supe que me exalté de emoción porque el camaleónico dodo que me acompaña en mis aventuras se desvirtuó del susto; oía sus quejidos detrás de mí. Pero no podía aguantar más y bajé las escaleras del enorme habitáculo del que se podí

Hoja caduca

Tengo que volver a resguardarme de lo que se pueda interpretar cuando satino en el papel una sonrisa en el margen. Tengo que aprender a desfogarme sin que se banalice lo que encarcelo bajo la piel, la aprensión que acongoja una vez y otra vez. No sé si algún día aprenderé en qué me distingo del resto, igual son sólo corazonadas que no tienen fe. No me lo tengas muy en cuenta; a veces, cambiaré. Mientras no cese la tormenta con fianza no podré, pagar lo que debo. «(...) empecé a darme cuenta de que se aguantan mucho mejor las contrariedades grandes que las pequeñas nimiedades de cada día». Nada . Carmen Laforet, 1944.

Enamórateme de ti

No te pido la Luna, te la regalo. No quiero flores, te baño en pompas y pétalos. Tampoco quiero tu corazón, quiero oírlo latir como un diapasón. Sólo pido un poco, de sentido común lógico, que te quieras primero a ti mismo, cómo individuo motu proprio, que la consideración sea tu abrigo de mañana y la sonrisa tu mejor complemento. Hoy te quiero es la frase que más decir te recuerdo, y te recordaré para decir. Hoy ni te envío rosas, te llevo al campo para que respires todas, ni te compro bombones porque el dulzor emana de ti a borbotones hoy no será el típico tiempo de corazones, hoy sólo te recojo, como buen botones, versos puros y bellas glosas, que te describan como esas cartas de anónimos que desde tu altar rebosan. No te pido atención, te pido que estés al tanto de tus reconocimientos. No te digo que corras por el éxito, pero sí que, grano a grano, llenes tu elixir de vítores, y ellos construirán tus cimientos. Tampoco te pido que me

Entízame

Cada vez que abres la boca, creo conocerte más, y me despiertas el interés, y empiezo a darte versos por toda la espalda, en los párpados para que puedas fundírteme en los sueños, en las heridas, que no parecen tener grieta, pero se abren tersos los cortes que dejan ver tu interior. Te imagino como alguien quieto, esperando ser una obra de arte expuesta en un museo. ¿Hora de cerrar?, me escondo y espero, y observo con atención el lienzo: Cada persona es como un encerado blanco de recuerdos repleto, y admiro tu valentía al dejar que palpe tu fibra, pudiendo satinar tu cuerpo, dejando huella en la tersura del papel... La zozobra nos desvela tu próximo movimiento, agarras una de las tizas con las que me querías contar tu desazón, y trazas entonces lento:   Tengo que contarte un cuento, escuchárteme crecer, quiero, agradecérteme el apoyo, deseo   que seas una instantánea más en mi álbum , ahí lo dejo.   Gracias a las personas que se dejan conoce

Terminal escacharrado

Quería hablar, pero no tuve con quién. Empecé a escribirme a ver: me llamé; no di señal, me colgué. No hubo respuesta, suspiré. Me dejé un mensaje; envié. No acusé recibo, y me olvidé.  

Horror Blanco

No fue difícil despertar, a pesar del aturdimiento. La sala era un habitáculo níveo y pulcro donde cada centímetro, de lo que suponía que podría ser pared, estaba perfectamente iluminado. Era una bofetada tras otra de luz blanca que incluso mareaba. No era el cielo, porque sentía cómo respiraban costosamente mis entrañas por dentro. Pero tampoco era el diáfano y amortiguador limbo con el que se sueña cuando se quiere estar tranquilo. Sentía que era sometido a la observación por aquello que estuviera tras los focos; pero no había focos. Sólo la habitación inundada de lo que mis pupilas descifraban como blanco. Horror blanco. ¿Dónde estaba? ¿Estaba soñando? Comprobé mis vitales nuevamente. Nada. Seguía respirando. ¿Era aquello el estado de coma del que tanto me habían hablado? No lo creo. Hace nada estábamos todos riendo y al rato estoy aquí solo en esto que no sé ni cómo describir. Salí de mi asombro al percatarme de que había recobrado la postura y había logrado sentarme, algo enco