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Mostrando entradas de diciembre, 2018

Navío entre nubes

Respiré profundamente y luego eché el aliento. Y, hasta la última molécula de monóxido que salió de mi interior , no volví a inspirar. Había sido un año movidito: la vorágine de acontecimientos que habían sucedido no tenía nada que ver con la que nos esperaba; tampoco con la que fue en tiempos pasados. Pero aquí estábamos como piratas sin bandera, en la Gladius , un trabuco angular, mi bote de experto náufrago, cortando cada ola que osaba intentar abatirme y encabar mi barco como si quisiera Poseidón poner fin a mis ganas de luchar contra el porvenir, con una marimorena como oleaje inquebrantable entre él, el mar, y yo, tenaz. El horizonte se oteaba lejano, recóndito en medio de la peor de las mareas: el paso de los años. Pero me sentía un caminante sobre un mar de nubes y neblinas , agarrado a la barandilla para poder pingarme y tocar la espuma que golpeaba la nave como almádena. Olía a agua de mar. Clara, translúcida por las superficies, y profunda y salada donde se hunden l

Quién sabe

Mi boca parecía seca cuando ya parecía ver la luz; parca en palabras siempre se queda la lengua aunque ya no tenga mucho más que decir puesto que ya no hay letras para describir el mejor de los descubrimientos de la historia de la humanidad: el sentido de la vida. Y querer definirlo es como abrir la caja de Pandora, quedarse sin aliento y después morir. No cabe en ninguna mente presta tal disposición que desde tiempos remotos removemos cielo, aguas y tierra por encontrar con la solución a ese quid . Pero ahora que me encuentro tan cerca de vislumbrar la sentencia final, ese engranaje que haga clic en mi cabeza y deje al descubierto el mundo de las respuestas, ahora… Ahora no entiendo por qué no me sacia saber la verdad de todo este enigma que hacía tanto revuelo en mi cabeza. Mi gozo en un pozo, y ahí se ahogan todas mis aventuras mentales; las horas que pasé en cada diccionario; las enciclopedias del mundo; los Atlas de los grandes historiadores; las bibliotecas de los extensos

Tú mi "ojalá"; yo tu "tal vez"

De nuevo se envolvió en el carric que trajo puesto. “Esta vez sí que se iría”, se dijo para sí; pero ambos sabíamos que no sería así. La noche sería joven , como decían, y el alba nos encontraría como dos plumas dormidas, la una junto a la otra, perfectamente unidas, mirando al techo, como si fuera un estrellado firmamento de sueños, una salida de escape a la cruda realidad que nos atañe. Volviendo a su figura, dibujé el contorno de cada uno de los poros que hace nada habían transpirado para mí, y esos labios que besaron con cuentagotas mi espalda, con el mero consentimiento de querer cobrar sentido para otra persona. Sobre esas sábanas que se quedaban nuevamente húmedas y arrugadas, con la forma de sus curvas y su ímpetu impropio de cabalgar frenético en pleno éxtasis... Es recordarlo... y no querer que se marche; que no se vaya de nuevo, y tener que esperar otro invierno a que las constelaciones nos juntasen de nuevo… “No quiero”, me supliqué como si tuviera la última palabra