Morir matando [Fragmento 31]
... ya se apreciaba el característico olor a lavanda. El único icono odorífero de la célula. Era un aroma característico que recordaba a la infancia. Pero no a cualquier tipo de infancia, sino a aquella que podía llegar a ser una memoria impactante con un dulce sabor amargo tras indagar más y más en el recuerdo. Era marca de la casa. Campos y campos de lavanda como un sueño hipnóticamente idílico. La locura de un edén inhabitable para mentes sanas. Un limbo enzarzado de mentiras, codicia y maldades humanas que lo llevaban a extremos sobrenaturales. — Bienvenido a casa, Hund —. Una voz solemne llenó el silencio que se creaba en aquel espacio de inquietud y desasosiego. — ¿A qué se debe tu...visita? — Hund ya había percibido la compañía extra: unos cuantos agentes de la organización se mimetizaban entre los claroscuros del gran hall. Algunos se encontraban más cerca de lo que hubiese preferido. — Nadie vuelve al nido sin hacerlo explotar. La voz tras las sombras se dejó ver bajo el hal