Ansias de volar
No pretendo que rime, pero si rima, eso que gana pero llevo unos largos meses sufriendo en muchos sentidos, en diferentes ámbitos que me consumen de tal manera que me dejan incapacitada mental y por ende físicamente. Quiero pasar de página ya porque me sé el final del libro, y no quisiera arruinar la historia, pero no acaba bien. Y te voy a confesar que en este caso, el libro no se jode por leerlo mal, sino que el libro ya está podrido desde el primer instante en que se dejó en la estantería. Y ya hay muchas ventanas, algunas más indiscretas que otras que ven, que perciben que son más conscientes de que el capítulo en el que estamos no es salubre.
Esto no sé si está escrito para ti siquiera o es para poder expresar esa duda de la que dudo, dudas, dudare que tengo rondándome la cabeza desde hace mucho. Y sin embargo, aquí estamos.
No puedo externalizarlo de otra manera, ¿sabes? O las palabras o te das cuenta de cómo ando viéndome, oyéndome, el tono que ya no es tan risueño como antes. Todo es una suma de muchos factores con efectos secundarios en un escenario pantanoso y que pesa, carga y desanima. No pretendía ser para nada ni pesimista a lo Jean-Paul Sartre ni pretendo que después de esto me digas una frase coelhista o de Mr Wonderful. No lo quiero. Sólo te digo lo que hay. Lo que vivo y lo que me eriza el pelo de la piel, y me produce escalofríos en los peores momentos. No es miedo, es impotencia. Son muchas cosas acumuladas y me duelen las sienes sólo de pensar que es darse de cabezazos contra una pared que no escucha, que explota, que amenaza y te recuerda que estás bajo su yugo. No pretendo ser clasista, pero en cada palabra que pronuncia, que escribe, cada ladrillo que la pared nos tira a dar, a inflingir dolor, porque puede, me rompe. Me rompe y también los esquemas. Me revienta y acabo con batería baja. Siempre. No hay día que no sienta esa sensación de completa resignación, de dolor en los ojos porque no han parado de llover como dice Maná y se han teñido del arrebol del atardecer.
No hay día, te juro, desde que pensé que podría ser una oportunidad para crecer, que me recuerde como un mantra que quizás no fue lo mejor. Pero aquí estamos. He aprendido lecciones, no en clase, no en esa clase frente a esa pared. He aprendido a ladrillazos, a malas, a putazos, como se aprende las cosas en esta vida como dice Odín Dupeyron. He aprendido cómo es una mala pared y lo que son capaces de hacer las paredes que se creen muralla. Pero te digo que al igual que en 1989 en Berlín, este muro va a caer, y podré gritar Libre como Nino.
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