Entre lianas

La yunga relucía frondosa repleta de vida. Olía a petricor tras la lluvia y el ambiente cálido que la tormenta había dejado tras su paso emanaba de la tierra. La selva que creció a un lado y aotro en la montaña sonaba a vida. Era un paisaje ruiseño, virgen y oxigenado que merecía seguir siendo así, por lo que me di la vuelta y negué a ver visto tal paraíso ante mis ojos. Prefería no ser la causa de deforestación de esa biodiversidad. Mejor que quedara en el anonimato, que no apareciera en ningún mapa, y que sólo sus cohabitantes, fauna y flora, disfrutasen de ese abanico de aire y manjares diversos para us disfrute. La mano blanca no arrancaría sus raíces. Nunca. Más.


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