Un apuesto Robert Redford
—Madre mía, el Robert Redford que hay en la barra.
Una de ellas se giró bruscamente cuanto menos sorprendida.
—Qué dices de Robert Redfo…
—Pero tía, disimula un poco, coño.
Y cuando vio al sujeto se volvió a girar estupefacta y a carcajadas vociferó:
—¡JODER, NENA, DICES ROBERT REDFORD, PERO SI PUEDE PERFECTAMENTE PLANTAR UN HÓRREO Y RECOGER GRANO HASTA HARTARSE!
El grupillo se rió con ella. La primera las miraba con desaprobación; faltaba mucho disimulo en cada acto de su amiga, y del resto, claro. Pero sin duda, el pobre chaval era feo de cojones. Todo había que decirlo. Pero igual se había pasado con lo que había dicho. Por eso miró con cierta tristeza al Robert Redford que andaba tomándose un roncola mientras seguía el ritmo del tecno con un cabeceo de cabeza.