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Recuerda: siempre a tu vera.

Si te fijas... cada persona mira por una mirilla,

hay quien no sabe qué hay detrás de las cortinas,

unas ventanas tienen cristal y otras velos de finas tiras,

y me dices adónde irán las miradas cuando piensan, y adónde cuando el mar está en calma,

y no sé qué contestar, por eso prefiero quedarme mirándote: es esa expresión en tu cara

parece un suspiro del alma,

una ilusión poética que pinta una mueca natural entre oreja y oreja.

¿Sabes? Siempre me ha fascinado fijarme en los pequeños detalles que tienes

siempre estás en los mejores momentos, y en mis peores, siempre vienes

te arrodillas y me acompañas al lado o a distancia, pero siempre abres la rejilla

ésa que encierra mis pesadillas, un espacio repleto de silencio, limbos, esculturas de arcilla

algún que otro pinillo conseguido...

Y siempre sabes ver la belleza de lo sencillo,

sacar polvo a trofeos que se dieron,

sin pasión, sin humanismo ni sentimiento,

y sabes sembrar sonrisas y alegrías. 

Hacer florecer las jacarandas y "tus otras plantitas"

como chamana floral de las mil maravillas.

¿Y sabes qué es lo mejor de toda esta parafernalia? Que nos conocimos de chiripa

y tan pronto vimos una igual a quien confiar nuestras oscuridades, encendimos con chispas

y ahora hay velas sobre el río, y farolillos indicándonos el camino.

Y si no es felicidad definida en pequeños detallitos, no sé qué es.

Me alegro de haberte conocido.

 [18 de octubre con: FELICIDAD. Aportación de Celeste]

L O+ L E Í D O · A Y E R

Maiduti

Se ve luz al final del túnel, se ve, Se ve a Maiduti aclamada por su envés: no la juzgan por su portada, quiere creer. Un nuevo deber en la agenda apuntada. Avanzan los pasos, los logros quedan cerca. Brindemos por los "ligeramente". No saborearemos el oro, pero en bandeja de plata yo se lo pondré. Se ve luz al final del sueño, se ve, del punto y coma duradero, a los tres. El continuará como dolor de barriga: podré decir que lo intenté.  ANTERIOR ["Inktober de Poemas: 4 de octubre: Maiduti"] SIGUIENTE

Buscando.

Me di cuenta tarde. Estaba efectivamente buscándote entre la gente. Tantos datos que me diste de ti y nadie coincide contigo en la calle. Temo siempre por distraerme y encontrarnos sin saber que lo hemos hecho, por eso miro a todos lados, antes de cruzar. Al frente si el semáforo está en rojo. A la muchedumbre si parece inmensa; busco quien destaque de entre la marea. Pero luego me doy cuenta de lo absurdo que todo parece. ¿Se estará dando cuenta alguien de este ridículo que estoy haciendo? Pero si nadie se percata, yo te seguiré buscando.

Hineni

Esa mirada que se esconde entre el cárdigan de tus palpitaciones y los soplos de a quien lanzas corazones es la que me intriga.   Andas siempre sonriente, con unos luceros como la noche observándome ¿qué es lo que pensaron entonces?, me pregunté ¿cuando aterricé sobre esos lunares buscando placer y encontré a dos estrellas fugaces esperando a otro viandante? No lo sé.   Hay satélites ambulantes que buscan dónde resguardarse de una soledad imparable, y buscan ubicarse, orbitando para fijarse en sólo una presencia inapagable como tú.   Pero dudo que estos hilos nos juntasen así que velo por tus sueños, desde tu olvido, y admiro desde otro sitio que esos ojos bonitos, amen a quien amen, encuentren un destinatario fiable. Esto es sólo un mensaje desde un dudoso remitente allá donde te encuentres, si me necesitas aquí estaré.  [ 29 de octubre con: CÁRDIGAN. Aportación de E udyptes] POEMTOBER SIGUIENTE

Nunca la misma; siempre diferente

Inmarcesible Que no puede marchitarse. Siempre el mismo discurso que no marchita, las mismas palabras cansinas, arrastradas, casi automáticas, sin ser románticas, siempre el mismo augurio, las mismas resignaciones prescritas, los mismos focos sobre la misma mirada de ojos: la nostalgia de poder haber sido otro quien se comiese el marrón. De los tiempos donde una se engañaba a sí misma y el reflejo le decía que no, que no eran buenos tiempos para sentir afecto ni pedir cariño, o la herencia, o la querencia en la que siempre se queda, esa estancia de indiferencia, no hay ventanas, sólo espejos y a caminar a tientas. Siempre es el mismo sermón inmarcesible en sus renglones, jugando en los laterales, recortando los bordes, sin ser extremistas opuestos, siempre conociendo las reglas, los juegos sucios, los trucos, temiendo los ases bajo las mangas, los puñales por la espalda. Siempre es el mismo resultado para quien juega en casa. Sin embargo nunca es la misma persona quien ...