Самовар

La melodía de una radio antigua se expandía por toda la habitación mientras sonaba Леонид Утёсов (Leonid Utiosov) tan sonoro. Babushka miraba por la venta mientras veía florecer sus bonitas kalinkas: «Bayita de nieve, bayita de nieve, ¡bayita de nieve mía!», tarareaba la abuela con los pómulos tan rojos como las malinas o frambuesas de su hermoso jardín.

La voz de Leonid seguía flotando por todo el ambiente; pero el silbante sonido del samovar en su punto óptimo de ebullición sacó a Babushka de sus ensoñaciones. Babushka se había quedado completamente ensimismada mirando sus sauquillos.

 
У самовара я и моя Маша,
А на дворе совсем уже темно.
Как в самоваре, так кипит страсть наша,
И месяц смотрит ласково в окно.



Apareció el pequeño kot por el umbral de la puerta y a Babushka se le acentuaron las arrugas de felicidad. Lo llamó con un silbante siseo cariñoso y el felino aceptó la invitación y se acunó en el regazo de la tierna abuela. El té estaba listo, era hora de disfrutar del chai recién hecho de su florido y ornamentado samovar, de las pastas dulces, los blinis, y velar porque todo esto pasara con el menor daño posible.
Home, sweet home— entonó Babushka, mientras sorbía. Leonid continuó cantándole al oído como si de un concierto privado se tratase.


Dedicado a Gaiané, mi profesora de ruso de hace tres años.
#QuédateEnCasa


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