Baldosas mojadas
Me he parado a observar su presencia,
tan elegante y audaz, parda y serena,
cauta pero confiada, resuelta, esbelta.
Yo le silbaba al pasar, pero andaba presta.
No quiso disimular que la calle era suya, era la reina,
no se oía ni un alma pasar, la noche quedaría entre esa figura que observa y la paciencia de verla pasear por la acera.
Me he quedado desde las alturas hasta que desapareciera,
parecía la sombra de quien anda a tientas,
bajo la luz de cada linterna que ilumina la noche,
ese manto silencioso que acuna y merma.
Se marchó aquella figura felina, tras doblar la esquina, y ya no volví a verla.