El color de las piedras

Pudo ver en sus ojos el miedo: todos saben de qué color tiñe la venganza las piedras. Sintió cómo le bullía la sangre. Lo notaba: el poder por sus venas. Pero su adquisición se le otorgaba por azar cada tres milenios a un pagano. Y ya había gastado más de la mitad de su vida en aguantar años de tortura, de contemplación de masacres, de genocidios y acciones inhumanas sólo por ver si la próxima vez...podía él cambiar el panorama. Pero las tragedias se engrandecían con cada año que pasaba y el poder se manoseaba por personas que no debían siquiera considerarse como tal. Bestias que cometen atrocidades son bestias.

Pero al final, la locación divina y arbitraria, otorgada por aquellos que velan por el Orden, le concedía una tregua: podría tomar la venganza por su mano. Y a pesar de que el precio había sido caro, la espera había valido la pena.

Supo que el furor le ardía en las pupilas y la clemencia de aquellos que se reflejaban en ellas no merecían ver los rayos del sol siguiente. Se creyeron con más derechos para sembrar el miedo entre inocentes; hoy temen recoger sus frutos.

—Os merecéis todo lo que me hicisteis.

Oteó el horizonte donde empezaba a despuntar el alba.

—Ustedes sabrán si deben temerme o sentirse aliviados— aseveró.


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