Corazonada


—No seas metiche. Hay preguntas equivocadas que llevan a lugares que no quieres ver.
—¿Me estás amenazando?
El tipo me miró de arriba abajo antes de responderme.
—Sólo aviso. Y el que avisa, no es traidor.
—Sé cuidarme sola. No necesito más.
—¿Más qué?
—Traidores. Me basta con los compañeros que tuve.
El tipo se sonrió. Sostenía un cigarrillo en la boca y me pareció que miraba al horizonte con desdén.
—Eso está bien.
—¿El qué?
—Que seas valiente cuando nadie te cree.
—Es lo que hay.

No volvimos a hablar más. Esperábamos pacientes a que se diera la orden de avanzar. Lo teníamos acorralado. Esta vez no escaparía.


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