“SAL corriendo, para llegar a tiempo.”

—¿Dónde esta vez?
El interpelado seguía rumiando sus cosas mientras organizaba los pedidos y movía de lado a lado los paquetes.
—Como lo hayas puesto de nuevo en los paquetes ya sellados y no te acuerdes en cuál lo has metido y haya que abrirlos de par en par todos, me vas a oír cantarte lo mejor de los cuarenta hasta hoy.

Hacía caso omiso a las amenazas desde el otro lado de la oficina; francamente iban con el tiempo justo y el mínimo fallo por ínfimo que fuera, podría convertir una entrega a contrarreloj en un desastre catastrófico. No eran ni las tres, pero el tiempo pasaba muy rápido y el cobro por horas era un bien preciado. Los grupos de tres tenían que funcionar como una sola persona, pero justo aquél era el mejor de los improvistos. La plantilla se componía por Megan Watduyudu, Dress Stubborn y Pepe Sijerico. No eran los que más destacaban en la supuesta excelencia que había que presentar de primeras, pero sí los que mejor se las arreglaba para llevar todo a tiempo y, —aunque poco se dijera de esto— los que más y mejores propinas recibían por sus carambolas para entregar a la hora. Megan Watduyudu era la que ponía los pies sobre la tierra a Dress Stubborn y quien cogía casi el látigo de la puntualidad y del orden para que las carambolas soplaren a su favor. Dress Stubborn era un caso, según los dirigentes, perdido, que sin embargo Watduyudu sabía manejar muy bien, y complementar sus habilidades para sacarles de más de un apuro. Watduyudu siempre murmuraba que los altos dirigentes no sabían ver más allá de las apariencias de los repartidores. Y por eso se perdían grandes maravillas bajo el tul de las verdaderas joyas. El trabajo no era de siete estrellas, pero era u trabajo digno en la comarca de Cantidubidubidáu. Y por último, Pepe Sijerico, el casi burrito blanco del equipo, pero un ser imprescindible: una bola de pelo chico que comprendía las órdenes que los repartidores de turno o al mando le ordenasen.
D.S. seguía a sus musarañas y el tiempo de gracia comenzaba a sonar en los relojes de tobillo que llevaban los repartidores junto con el uniforme oficial. Podíamos ser como los Mercurios Termomómetros de la comarca de al lado, pero no, nos pusieron los relojes en los tobillos, para “ir volados de tiempo  a todos lados”. Los Mercurios Termomómetros  eran los repartidores de la competencia. Su ventaja frente a los Cantidubisbispordós eran las alas que les salía de los tobillos; principalmente les impulsaba en su entrega, pero normalmente sus entregas o encargos de paquetería era de comarcas de alto nivel. Luego la competencia era meramente de orgullo. Watduyudu ya había tenido alguna que otra trifulca con un Termomo, pero siempre, como dice ella, “orgullo evaporado, no mueve narcisismo”.
El tiempo de gracia ya sonaba desde sus pies y Watduyudu mientras tanto no se lo había pensado dos veces antes de ir reabriendo con su navaja pseudo-suiza todos los paquetes que debían entregar para dentro de menos de mucho antes que todo, cinco marcapasos de tiempo muscular. Y ya habían consumido dos de ellos.

—Dress, ¿¿has metido a Pepe en el paquete 303 AT7?? No me lo puedo creer…no me lo puedo— después de desarmar el paquete, desembalarlo y quitarle el recubrimiento de pompas, el tercer miembro del equipo salió de la caja ilusionado, como si todo aquello hubiese sido un juego.
—Puede ser, puede ser…—murmuraba D.S. mientras trasladaba al carromato ciempiés cojo los paquetes de entrega. De repente, Dress se percató que detrás de él se apresuraba Megan. Y ésta, de una extraña e imposible manera, estaba salvaguardando a Pepe pos de ella al mismo tiempo que sujetaba la pila de paquetes faltantes. —Pero, ¿qué haces Megan?
Ésta, que no quería malgastar otro de menos de mucho antes que todo, cinco marcapasos de tiempo muscular, le indicó que siguiera el recorrido hasta el ciempiés, que ya se temía otra desaparición de Sijerico a manos de Stubborn, y no quería más sustos por hoy.
—Hala, Dress, despierta al carromato, que vamos echando chispas.
—Pero ¿qué haces con Pepe?
—Ay, Dress, mejor que vaya a mi lado que cualquier día lo confundes con un pedido chico y se nos va la pinza y lo entregamos, y menuda la bronca que nos echa el gerente por tontos…Y, y, tira para adelante, anda. Que estamos ya en tiempo de descuento.
Era una situación cómica, en cierto modo. Pero de los mayores apuros se sale con paciencia, ingenio y mucha maña…Incluso con una Megan en el equipo, quién sabe… Allá que se fue el ciempiés echando virutas por debajo de la tierra, saliendo de la Mensajería de Paquetes de Cantidubidubidáu. Un encargo más, un paquete a recibir.

Cantidubidubidáu, Sociedad Anónima y Limitada de Pimienta Experimentada. “SAL corriendo, para llegar a tiempo” es nuestro lema.

Megawat me retó con...
  1. Formato: Relato corto en prosa
  2. Temática: Libre.
  3.  Personaje/s: Megan, Pepe, Megan y Dress Stubborn, que es muy despistado.
  4.  Escena/s explícitas dentro del relato*: Megan y Dress Stubborn han de trasladar unos paquetes y Megan va protegiendo al  Pepe por si acaso Dress Stubborn lo mete en cualquier caja porque el perro es pequeñito.
  5. Apodo: Megawat
  6. Fecha límite: Sin límite.
Petición extra: Que refleje la indefensión de Pepe por su pequeño tamaño frente a Dress Stubborn.

[Para más retos: ¡RÉTAME!]

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