Muere o mata (IV): Instinto

Bonhomía
es la afabilidad, sencillez, bondad y honradez. 

Se respiraba una bonhomía excesivamente recargada a pesar del lugar y los hechos.
Zack y yo, con Melly a upas, y D  ayudando a Jeremy, e Iko caminábamos en fila india sobre el agua cenagosa y encharcada de las alcantarillas. Desconocía las intenciones de Zack ante la situación; me mosqueaba que supiera algo más que el resto. Se le notaba en la firmeza de su mirada, pero era un niño asustado como todos los ahí presentes. Ya sabía que él sabía que tenía pistola, se me notaba a la legua. Y es más, cogí el arma para poder estar en el grupo de reconocimiento, alejada del otro grupo, pues en el otro había personas bastante turbias, y en cambio éste transmitía algo más de serenidad; sin perder de vista a Zack. No sé si todos éramos conscientes que en anteriores repartos de personal en grupos de exploración, en el grupo de Zack siempre ocurría algo: o una persona desaparecía o era atrapada. Pero siempre pasaba algo. Y me sentía con el deber —sentí el respirar tranquilo, casi adormilado de Melly sobre mi cuello, y después giré para mirar a la pequeña D, mantuve un breve contacto visual con Jeremy— de proteger a nuestros compañeros. No sabía hasta qué punto sería Zack capaz de sacrificar a alguno del grupo en una situación de crisis…
La anterior mirada de Jeremy era totalmente desconfiada, pero poco podría aportar él, estando cojo; menos confianza transmití a los que éramos más mayores o de edades parecidas a la suya. Su compañero había confiado plenamente en él, y por su parte él lo había arrojado a un fatídico final. La verdad es que me tocaba vigilar a varios seriamente del grupo. Y al único que todavía no sabía por dónde nos podría salir era Iko. Desconocía por qué Zack lo había elegido, pero no parecía mal chico.

Llegamos a otra nueva bifurcación de canales; sobre el techo de la gran tubería que atravesaba el canal por el que habíamos venido, colgaba un faro que emitía una incandescencia calorífica, incluso a mirarla fijamente, parecía como si se nos fueran a fundir los ojos.
Al parar tan repentinamente, la fila de a uno se dispersó y nos congregamos en la entrada de la bifurcación. Zack sacó la nota que dibujaba el esquema del edificio.
—¿Y ahora qué camino indica?—Iko se apresuró a mirar el papel, y fue tan ávido que a Zack le pilló por sorpresa y antes de que pudiera achacarle su impulsividad, Iko afirmó en voz alta que el camino correcto sería el derecho; que el izquierdo daba a un callejón sin salida, según el dibujo, y fue a enseñármelo orgulloso de la afirmación. Mientras Iko me explicaba cómo iba el mapa o al menos los trazos dibujados, miré a Zack, no parecía contento con el ímpetu de Iko. Me quedé pensativa por unas milésimas de segundo. ¿Acaso tramabas algo? Le resté importancia cuando el resto se interesó por saber también la explicación de Iko.
De repente, el móvil de D sonó con el tono clásico de entrada de mensaje. Me alarmé tanto que casi se me sale desbocado el corazón por la boca. Asusté a Melly, a la que casi la dejo caer. Era un tono tan repentino y espeluznante dado el lugar y la periodicidad con la que sonaban “aquellos cacharros del mal”, como decía otra chica que no vino con nosotros, que cuando sonaba, siempre era mal presagio.
D se quedó muda y extendió su brazo: no quería el móvil, me lo ofreció a mí, pero no podía cogerlo con Melly a hombros. Zack, desde el otro lado de la instancia se acercó por detrás de mí e Iko y asomó su cuello entre Iko y yo.
—Trae.
D se lo entregó. Estuvimos atentos a cualquier movimiento de ojos de Zack.
»Nuevo mensaje«: Los garabatos confunden, que el instinto os ayude. 

Leí con Zack. Zack se mosqueó.
—Está jugando con nosotros, ¿verdad?
—¿Qué dice?—preguntó D
—Que no está bien dibujado, en resumen. ¿Dónde encontrasteis esta nota? Porque yo me fio la mitad de la mitad de todo esto.

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