40 MUGAK

“Los límites de tu lenguaje son los límites de tu mundo.”
Verbalizó una vez, en algún momento, no recuerdo cuándo
Ludwig Wittgenstein, filósofo austriaco.

Los límites de tu conciencia me inspiran a crear nuevos caminos
para transmitir lo que mi pulso susurra a voces: mis delirios,
sienten rabia que bulle por mis venas, y no es veneno
si se trata de lo que impregno en cada verso.
Tampoco es medicina, porque no alcanzo mi porción de sueño
y siempre me desvelo.

Para ti, y el mundo ciego que quiera escuchar la melodía de mi desespero compuse
una ópera en la que prima
una retahíla de más de cuarenta vías de emergencia para tus opresoras críticas:
las mismas que me ataban al comprobar
que el café que tomaba con Rorschach estaba manchado de otras
vidas, de otras
perspectivas,
del antídoto de todo locura. De mi enajenación mental.

Contuve el último hálito que me sentenciaste antes de desterrarme,
pero sigo siendo Heroína,
mantuve la mirada hasta que el horizonte se ruborizó, y me atardeció en almíbar.
Para ti, te dedicó la umbría que crea mi cuerpo magullado en este Coliseo, tras derrotarte.

Los límites que me marcaste en ese mapa terraplanista, en tu color rosa de las Maravillas,
no me definían. Yo siempre seguiré siendo Alicia,
la verdad que escondo tras el antifaz de caricias que me decías dar,
ya conoce el ring en el que me golpeaste sin piedad.
Ahora sé cómo huele el lodo, pero no soy Mud, en esta película.

He tildado de imposible seguir el camino que me trazaste, queriendo ser tú mi guía.
Ahora surco otros mares,
vuelo entre mis nubes,
me poso con el Cuco en el núcleo de mi absurdo.
Enlazo e hilo mis ocurrencias en mis propias idas de olla,
y bailo con las ideas y las musas.


Si los límites de mi mundo se cortan con los de mi lenguaje,
entonces ampliaré mis vocablos para hablarte en algo más que el castellano.
Aprenderé el esperanto con la esperanza de entendernos cuando hablamos,
cantaré a tus ojos saetas que como Cupido se clavarán indoloras
con el fin y el principio de hacerte sentir mis poros al existir.
Y recogeré los pedazos de papel que rompiste al declararte,
empaparé de tintes los poemas para que tus labios puedan declamarme,
y acudiré a cada uno de los funerales
si en mi voz dejo morir las palabras que no supe decir al despedirme.

Cuarenta límites me pusiste por delante
cuarenta y creciendo que tendré a lo largo de este viaje nuevo,
pero sé que me alumbra el apoyo de los que me quieren
y serán cuarenta pasos que no retroceda: por apoyarme en los brazos de los que quiero.
 





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