Réquiem por un blancón
Grimma estaba cerca de la estufa
y entonando la voz, recitó:
y su piedad tierna,
érase una sepultura cubierta
de gélida blancura,
y las visitas de la niña sin nombre,
érase un nuevo y catastrófico matrimonio
érase el comienzo del verdadero cuento.
éranse coquetas las hermanastras,
y emperifollada
la más mala de todas las madrastras,
las tres mujeres que menospreciaban a la que verdaderamente era dueña
de su tierra, de su casa
las tres pensaban:
«¿Qué hacía la niña esta?
¿Tenía que comer con ellas?
¿Acaso no podía comer en el suelo,
o comer fuera?»,
con el paso del tiempo y la acumulación de cenizas en sus lágrimas
y polvo en su alegrías
la huérfana fue apodada Cenicienta.
con zuecos de matarse si los llevas puestos,
y con el ruego de poder subsistir,
que sufría de parte de sus madre-y-hermanastras, era de poco, buen ver,
pero como la gente ignora lo que ocurre
a puerta cerrada en cada casa,
¡qué se le va a hacer!
un día salió de casa a la feria,
porque siendo él el hombre
podía irse solo sin más,
la encenizada pidió una ramita de avellano;
al volver de parranda,
el padre sin estar muy piripi,
entrególes los regalos a cada hija
y cenizas se fue a ver a la difunta madre
y el avellano de la ramica floreció.
eran felices en sus quince,
la cenizas mientras,
de cháchara con la tumba cada día,
«mi hijo descarrilado
busca esposa,
reúnanse las hermosas
que cumplan sólo el canon de
altas, rubias, voluptuosas
que el príncipe de entre ellas escogerá
a su futura esposa
y al reino, la traerá».
las demás siguen adelgazando
haciendo estúpidas dietas de vaquero;
se puso de lino
(habiéndose antes, queridos niños,
metido unas rayas de ceniza y polvo,
flipando en purpurina
y hablando con animalillos)
y a palacio risueña, derecha que se vino.
al verla en esos ropajes
¡qué alto glamouraje!
Y el príncipe,
un descarrilado hormonado
fijóse
en la que casi dale un blancón-se
según sonaba en la pista
la verbena en do mayor,
puestose
erose la más hermose
de todoses las mozes
(asíose, no discriminóse, a ningunesóse
de los que presentes estabanóse);
ni un solo instante
y siempre que otra jovenzuela
a él acercárase
el mismo comentario oyóse:
El hormonado principeso
perdió de vista las tres veces que la cenizas
fue a la fiesta,
porque ella escabullóse sin dejar huella
pero el c#@$nazo de él, aprendióse
y de locktite barnizóse las escaleras de salida de emergencias
y cuando la cenizas tropezóse
buen hostión se diose
no juró en arameo puesto que no salióse
del mismísimo hoyuelo.
¡qué barbaries con el bendito zapatuelo!
La
madrastra jefa encargárase de todo esto:
a
la primera hermana cortóla el gordo dedo,
sangre, sangre, sangre
dijo el Testosterona;
más sangre, más sangre, más sangre
a la cenizas drogata, entróle el zapato
de los cojoné.
las malasangres acompañaronla al altar
y los pajaritroques
que en las mejores alucinaciones
ayudaron a la cenizas con sus vacaciones,
picotearon
un ojo a cada hermana al entrar
y el segundo ojo a cada malvada al salir.
Y como castigo divino y moraleja,
todos los de la fiesta, ciegos a vino,
el padre ciego por amor,
la madrastra ciega por cataratas,
las hermanastras con las cuencas vacías
y el Príncipe hormonado ciego
por empolvarse las narices con Cenicienta.
ya me la he terminado.»
y entonando la voz, recitó:
«Ojo por ojo,
la maldición con cerrojo.
Érase una huérfana hasta
hace bien poco,
érase la tumba de su madre
difunta,y su piedad tierna,
érase una sepultura cubierta
de gélida blancura,
y las visitas de la niña sin nombre,
érase un nuevo y catastrófico matrimonio
érase el comienzo del verdadero cuento.
Éranse dos marujas hermanas
malcriadas
y la malcriadora jefa, una
bruja prieta,éranse coquetas las hermanastras,
y emperifollada
la más mala de todas las madrastras,
las tres mujeres que menospreciaban a la que verdaderamente era dueña
de su tierra, de su casa
las tres pensaban:
«¿Qué hacía la niña esta?
¿Tenía que comer con ellas?
¿Acaso no podía comer en el suelo,
o comer fuera?»,
aunque fueran esas tres
las inmigrantes
querían echar a la
verdadera nativa de su tierra;con el paso del tiempo y la acumulación de cenizas en sus lágrimas
y polvo en su alegrías
la huérfana fue apodada Cenicienta.
La joven vivía modesta
en ropas viejascon zuecos de matarse si los llevas puestos,
y con el ruego de poder subsistir,
el abuso en el hogar
y el acoso y violencia de
géneroque sufría de parte de sus madre-y-hermanastras, era de poco, buen ver,
pero como la gente ignora lo que ocurre
a puerta cerrada en cada casa,
¡qué se le va a hacer!
El padre, ya sin penas de
tener
a su ex mujer muerta,un día salió de casa a la feria,
porque siendo él el hombre
podía irse solo sin más,
pero antes preguntó a sus
hijillas lo que querían que les comprara él,
y las malasangres pidieron
lujosla encenizada pidió una ramita de avellano;
al volver de parranda,
el padre sin estar muy piripi,
entrególes los regalos a cada hija
y cenizas se fue a ver a la difunta madre
y el avellano de la ramica floreció.
Las malasangres vivían
entre lujos y ensoñacioneseran felices en sus quince,
la cenizas mientras,
de cháchara con la tumba cada día,
pero pronto la pubertad y
las fiestas llegó
el Rey sin corona ni
honor, confesó:«mi hijo descarrilado
busca esposa,
reúnanse las hermosas
que cumplan sólo el canon de
altas, rubias, voluptuosas
que el príncipe de entre ellas escogerá
a su futura esposa
y al reino, la traerá».
Todas las que entraban en
ese canon
a palacio acudieron,las demás siguen adelgazando
haciendo estúpidas dietas de vaquero;
claramente a la cenizas no
la dejaron ir
aunque ella a sus tareas
domésticas hizo caso omisose puso de lino
(habiéndose antes, queridos niños,
metido unas rayas de ceniza y polvo,
flipando en purpurina
y hablando con animalillos)
y a palacio risueña, derecha que se vino.
Iba tan puesta (en ambos
sentidos)
que la gente quedóse boquiabiertaal verla en esos ropajes
¡qué alto glamouraje!
–¡Qué clase!
–¡Qué elegancia!
–¡Qué traje!
Comentaban invitados,
gritando al aire.
Y el príncipe,
un descarrilado hormonado
fijóse
en la que casi dale un blancón-se
según sonaba en la pista
la verbena en do mayor,
solamentose
bailose con ellallosepuestose
erose la más hermose
de todoses las mozes
(asíose, no discriminóse, a ningunesóse
de los que presentes estabanóse);
pasaron los bailes y las
canciones
pero el príncipe no
separóse de la cenizasni un solo instante
y siempre que otra jovenzuela
a él acercárase
el mismo comentario oyóse:
–Chata, ésta es mi chica.
El hormonado principeso
perdió de vista las tres veces que la cenizas
fue a la fiesta,
porque ella escabullóse sin dejar huella
pero el c#@$nazo de él, aprendióse
y de locktite barnizóse las escaleras de salida de emergencias
y cuando la cenizas tropezóse
buen hostión se diose
no juró en arameo puesto que no salióse
del mismísimo hoyuelo.
Un
zapatillo de puro brillo quedóse
y
el Hormonado real quiso buscar a su dueño
casa
por casa, fue buscando a su dueña
y
cuando llegó a las cenizas house¡qué barbaries con el bendito zapatuelo!
sangre, sangre, sangre
–Vaya,
no
le hace a este zapato bien el dueño,dijo el Testosterona;
–Probemos
con la otra,
y
a la segunda, le quitaron Aquiles y medio,más sangre, más sangre, más sangre
Y
finalmente,
recuperada
de su delirium tremensa la cenizas drogata, entróle el zapato
de los cojoné.
La
boda fue esplendirosa,
tanto
al entrar como al salirlas malasangres acompañaronla al altar
y los pajaritroques
que en las mejores alucinaciones
ayudaron a la cenizas con sus vacaciones,
picotearon
un ojo a cada hermana al entrar
y el segundo ojo a cada malvada al salir.
Y como castigo divino y moraleja,
todos los de la fiesta, ciegos a vino,
el padre ciego por amor,
la madrastra ciega por cataratas,
las hermanastras con las cuencas vacías
y el Príncipe hormonado ciego
por empolvarse las narices con Cenicienta.
Y
con colorines muy colorados
esta
raya que me quedabaya me la he terminado.»