100 años de sueño

Un hada
a la que a una fiesta no fue invitada
charlaba con Grimma antes de irse a la cama:

«Pues mire maja, vaya día
hace un tiempo, la Reina no tenía familia
no te tenían ni niño, ni niña
por mucho que rogaban al cielo concebir a un crío
y un buen día, durante un bañito con espumita
una rana de entre las pompitas
a la Reina le salió:
diciéndola que antes de que acabara el año
el niño le tendría en paño
pero niña les salió.
Y Preciosa Rosa, se llamó.

Los monarcas quisieron celebrar el nacimiento de la hija
y a todo dios se invitó,
menos a mí,
y la excusa que me pusieron fue:
'no hay platos de oro para tos' '
así que una servidora, sin invitación se quedó.

Pero de brazos cruzados no me quedé
y así fue como fui, y me presenté,
me habían pillado del revés
y a la bebé le grité:
'Cuando llegues a los quince,
empezarás en el mundo turbio de los pinches,
y te pasarás de la raya, y morirás, cacho canalla'.

Claramente, los invitados se quedaron atónitos
y yo tan ancha me quedé
y de palacio salí
para irme a la taberna y comerme unos creps;

más tarde los rumores contaron
que otra de las hadas que los obsequios
a la niña al mundo recién llegada,
no los había pronunciado todavía
imploró
que la niña muerta no acabaría
pero vaga durante más de cien años
quedaría.

Pasó el tiempo, y mi ocupación como hada, fue decayendo
y el mundo de las drogas era lo que realmente negocio hacía
así que comencé con la traficación
y ¿adivina a quién me encontré un día?
A la buena princesita a punto de darse un descargón,

pues mire, hija, la sustancia era tan fuerte
que cuando el pinchazo se dio
todo el territorio de alrededores, se colocó
y durmieron todos del colocón.

La noticia a otros reinos llegó
que si el reino vecino, de un gran colocón,
se habían quedado todos dormidos
y que quien pasara por esos lares
la misma modorra les entraría
por el fuerte olor,

pero un buen día,
un príncipe que pasaba por ahí
a un viejo oyó decir
sobre la humareda impenetrable
sobre el colocón impresentable
y la sobredosis de la princesa, que en vena pinchase
sustancia de ilegible etiqueta.

Mira tú, que el príncipe era tozudo
y se encaminó entre todo el humo
para llegar a donde estaba ella,
y mira tú que de cumplirse el centenario estaba a punto
así que el principeso encontró al cuerpo de la chica medio puesto
y no teniendo conocimiento de medicina, se le ocurrió darla un beso,
a ver si despertaba,
y mira, despertó la niña
...pero con una resaca del quince

Debió ser un beso tan duradero
que despertó con el sonideque a todo el pueblo,
y para celebrar el resacón de un reino entero
sin mucha marcha se repartió
toneladas de aspirinas blancas
para curar la cabeza del dolor.

Yo al ver a todo reino con ese resacón
cambié de oficio y me puse a vender medicación,
y no veas cómo se vendieron las aspirinas
hasta que el fin de los días,
con la vida del principeso y la princesina acabó.»

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