Dos por cuatro.

Me ofreciste bailar tango pero la relación había cambiado de mando, ya no andaba tanteando si podría haber algo más que hacer contigo. Declamé unos versos, hubo finales de cita menos bruscos que el portazo que me diste nada más entré. No te justifiqué, no llegamos a la sangría, como la última vez. Dejamos que no llegara al río, que se calmasen las aguas; me fugué. Lo vimos claro, escapé. Bomba de humo, inhalé el humo del tiempo que recorrieron esos momentos de paso, cuando tanguear no era un pecado, y se podía compartir hasta lo que no nos atrevimos a decir en alto; yo al lado, tuyo, siempre tuyo, pero al final, nunca te amé. Y te lo dejé grabado en ese guiño amargo que desde la distancia te dediqué. No volveré a tu lado, lo sé. Y volveremos a colgarnos de la mano de alguien ciego, y volveremos a encontrarnos en la tumba en la que te encontré.

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