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Parabellum

Quisieron verme caída en el ring,
pero levanté el puño a pesar de los golpes a traición;
me pisotearon los cimientos que construyeron la fortaleza que agrieta mi espalda, que protege mis adentros, e intentaron hacer de mis reliquias, un esperpento,
pero no pudieron: de las cenizas, saqué al Fénix que tengo dentro,
y arrasé con lo que se interpusiese por medio.

Osaron indignificarme con sus sucias lenguas, pero no saben los mil apodos que yo tengo:
soy la pesadilla negra que duerme en los Avernos,
el hombre del saco que secuestra tus malos pensamientos, los retuerce y extorsiona hasta que piden clemencia, me dan tu posición, y busco tu rastro.
Soy El Cazador que creen que seré cazado;
no conocen los juramentos que hice, los ojos que intercambio,
el respeto y la traición que intentaron manchar mi pasado.
No saben de qué está hecho el asfalto
sólo si su sangre venga mi ira o la de los que tengo al lado.
No conocen los trucos que hago:
el cálculo, la maestría; la sangre fría cuando te apunto, y disparo.
Sin paliativos, (a tiros),
sin medicamentos, (soy veneno)...

Unos me dijeron que confiara, y di mi consentimiento,
y los puñales se alzaron juntos, sucios, traperos...
Y después vi a lo lejos, personas dignas que están metidas en este mismo juego:
nos pusieron las balas, giraron el tambor.
Creyeron ganar la Ruleta, no saben lo Rusa que soy:
Baba Yaga tiene un as en la recámara.
"Témeme porque a por ti voy."
Intentaron borrarme del mapa, desaparecí, me mimeticé y me sumergí en aquello que no quieren ver: la ola gris que azota y me deja entrever: los iguales jaspeados; los cazas, los cazamos;
firmaron un pacto de sangre que se saltaron, me excomulgaron y mi cabeza de oro doblaron.
Me tacharon de non grata y me perdieron el rastro:
sin brújula ni mapa, aprendo a observar desde el umbral en el que ando.

Me dijeron de hacer trato, y me traicionaron.
Sólo les aconsejo que no me tengan al lado, ni me pidan tregua, ni quieran darme la mano.
Sólo les digo, como consejero del Diablo:
Si vis pacem...

L O+ L E Í D O · A Y E R

Maiduti

Se ve luz al final del túnel, se ve, Se ve a Maiduti aclamada por su envés: no la juzgan por su portada, quiere creer. Un nuevo deber en la agenda apuntada. Avanzan los pasos, los logros quedan cerca. Brindemos por los "ligeramente". No saborearemos el oro, pero en bandeja de plata yo se lo pondré. Se ve luz al final del sueño, se ve, del punto y coma duradero, a los tres. El continuará como dolor de barriga: podré decir que lo intenté.  ANTERIOR ["Inktober de Poemas: 4 de octubre: Maiduti"] SIGUIENTE

Buscando.

Me di cuenta tarde. Estaba efectivamente buscándote entre la gente. Tantos datos que me diste de ti y nadie coincide contigo en la calle. Temo siempre por distraerme y encontrarnos sin saber que lo hemos hecho, por eso miro a todos lados, antes de cruzar. Al frente si el semáforo está en rojo. A la muchedumbre si parece inmensa; busco quien destaque de entre la marea. Pero luego me doy cuenta de lo absurdo que todo parece. ¿Se estará dando cuenta alguien de este ridículo que estoy haciendo? Pero si nadie se percata, yo te seguiré buscando.

Hineni

Esa mirada que se esconde entre el cárdigan de tus palpitaciones y los soplos de a quien lanzas corazones es la que me intriga.   Andas siempre sonriente, con unos luceros como la noche observándome ¿qué es lo que pensaron entonces?, me pregunté ¿cuando aterricé sobre esos lunares buscando placer y encontré a dos estrellas fugaces esperando a otro viandante? No lo sé.   Hay satélites ambulantes que buscan dónde resguardarse de una soledad imparable, y buscan ubicarse, orbitando para fijarse en sólo una presencia inapagable como tú.   Pero dudo que estos hilos nos juntasen así que velo por tus sueños, desde tu olvido, y admiro desde otro sitio que esos ojos bonitos, amen a quien amen, encuentren un destinatario fiable. Esto es sólo un mensaje desde un dudoso remitente allá donde te encuentres, si me necesitas aquí estaré.  [ 29 de octubre con: CÁRDIGAN. Aportación de E udyptes] POEMTOBER SIGUIENTE

Nunca la misma; siempre diferente

Inmarcesible Que no puede marchitarse. Siempre el mismo discurso que no marchita, las mismas palabras cansinas, arrastradas, casi automáticas, sin ser románticas, siempre el mismo augurio, las mismas resignaciones prescritas, los mismos focos sobre la misma mirada de ojos: la nostalgia de poder haber sido otro quien se comiese el marrón. De los tiempos donde una se engañaba a sí misma y el reflejo le decía que no, que no eran buenos tiempos para sentir afecto ni pedir cariño, o la herencia, o la querencia en la que siempre se queda, esa estancia de indiferencia, no hay ventanas, sólo espejos y a caminar a tientas. Siempre es el mismo sermón inmarcesible en sus renglones, jugando en los laterales, recortando los bordes, sin ser extremistas opuestos, siempre conociendo las reglas, los juegos sucios, los trucos, temiendo los ases bajo las mangas, los puñales por la espalda. Siempre es el mismo resultado para quien juega en casa. Sin embargo nunca es la misma persona quien ...