II. Próxima parada: Soledad
II. Próxima
parada: Soledad.
Yazco
arrodillada en las faldas de la cama, mirando un álbum de fotos. Fotos convertidas en memorias. Memorias de un
tiempo que pasó, y fue vivido. Un tiempo que escapó, “son recuerdos olvidados,
nada más”. Son lo que son, y observo atentamente: recuerdos plasmados en el
tiempo, un tiempo fugado el cual ahora espera.
Rostros
conocidos y otros que nunca se han visto. Blancos, negros, sepias, negativos…
Todos sonriendo, con el objetivo de quedarse retratados en algún lugar,
encuadernados en un álbum olvidado, y dejados en la estantería de un salón. “Es
un objetivo absurdo. ¿Es la razón de que no haya fotos mías?”. Vuelvo a
suspirar apartando el álbum hacia un lado,- todavía abierto- y me dejo caer. Y,
desparramándome totalmente en el suelo, con la espalda apoyada en la cama, miro
al techo. “Me siento pequeña en este mundo, es un mundo en el que no encajo, ¿o
es muy grande para mí? Es muy todo
para cualquiera. Para mí es demasiado”.
Muevo
la cabeza; el peluche del gato. “Siempre he querido tener un amigo, aunque
únicamente sea para acariciarlo y pensar que no estoy sola en este triste
mundo. Pero este peluche no se mueve, no tiene corazón, ¿o sí? Seguramente
tenga más que yo y lo conserve mejor”. Pero aún así, el tener un amigo no se me
fue permitido, era otro lujo más. Si hubiera sido posible tenerlo, habría sido
una compañía agradecida. O una mascota.
Un animal también es amigo… es un compañero.
“Un
felino. Si pudiera elegir mascota, pediría un felino”.