Érase un cervecero que tenía 300 cañeros. Usaba casi todos y sólo a veces tiraba cañas al cañero 300. Y el cañero 300 pensó. Si me tiran la caña sólo cuando le venga en gana al cervecero, para lo que yo valgo, mejor me voy a otro lado. Porque para comprobar que también tengo espuma y cerveza, para eso no me quedo. Y el día que menos cuenta se dé el cervecero, descubrirá que las mejores cañas que tiraba las tenía en el cañero 300. Y cuando le pidan caña del cañero 300 no podrá más que lamentarse por no haber apreciado a la caña del cañero 300.
Se ve luz al final del túnel, se ve, Se ve a Maiduti aclamada por su envés: no la juzgan por su portada, quiere creer. Un nuevo deber en la agenda apuntada. Avanzan los pasos, los logros quedan cerca. Brindemos por los "ligeramente". No saborearemos el oro, pero en bandeja de plata yo se lo pondré. Se ve luz al final del sueño, se ve, del punto y coma duradero, a los tres. El continuará como dolor de barriga: podré decir que lo intenté. ANTERIOR ["Inktober de Poemas: 4 de octubre: Maiduti"] SIGUIENTE
