Un cuento superficial.
Érase un persono llamado Gualdo, El Feo, que quería ser guapo, pero era horrendo. Que conoció a una Hermosa Hibisco, que quería ser la más halagada de todo el Reino, pero aún coqueta y bella, nadie se atrevía, de lo guapa que era, darle ni un trisco. Gualdo, El Feo, era bueno de corazón y rubio, con melenas de oro pero su afeado jeto espantaba hasta al monstruo más tremendo. Hibisco, La Hermosa, era bondadosa y tenía los cabellos del color del arrebol, todos los atardeceres se ponían en su melena, y en sus puntas los ocasos, pero su perfección desmesurada, alejaba hasta el más valiente o apuesto. Un día Gualdo, El Feo empezó a llorar, en medio del bosque, sonando como un trueno de ronco. Asustó a media fauna y la otra media flora se encogió del acongojo. Hibisco, La Hermosa que andaba de paseo, oyó los sollozos desde el otro lado del bosque y se acercó. Y al ver a Gualdo, El Feo, tan feo y llorando, no pudo más que apartarse y seguir su andadura. Y él al ver a Hibisco, La Hermosa, tan