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Mostrando entradas de agosto, 2015

VIII. Nuevo hogar

VIII. Nuevo hogar  La Hermana Isabel lloraba más que cuando se fue Él, -creo que me tenía más afecto a mí que a Él-; aún así, lloraba. Mis ojos lacrimosos miraban al interior del monasterio mientras abrazaba a la Hermana Isabel. “Salgo al exterior querido convento, salgo del lugar que me engendró, me vio crecer, me protegió y creó una infancia para mí”. Cuando llegó el turno de despedirme de la Hermana Dionisia, yo no fui tan formal como lo fue Él, yo le abracé como había abrazado a la Hermana Isabel: tiernamente y con pena. Ella creo que se sorprendió, ninguno de los compañeros que anteriormente se habían ido, la habían abrazado jamás. Pero supo entender la situación, y de la misma manera, me devolvió el abrazo. Noté que la Hermana Dionisia lloraba con pena. “Les echaré de menos”. Ellas fueron muy amables conmigo durante mi larga estancia en el orfanato, “y yo se lo agradezco con un gran abrazo”. Al darme la vuelta para ver quiénes serían mis nuevos padres, -

Primera elección

El hilo de mi lloro crea un silencio de lágrimas y para que vean que no me devoro te doy a elegir: ¿Muerte o sobrevivir? Pero elegiste vivir y ahora sufres condenado... Recordad por qué morimos.

VII. Superación

VII.   Superación . Pasé once meses llorando, once meses sola, once meses duros…fueron once meses de completa soledad. Once. Y yo tenía sólo ocho años. “Ocho años que se pasaron rápido. Los ocho quedaron atrás”. Nueve, son muchos más . En mi noveno cumpleaños, la Hermana Isabel me regaló un peluche que había sido donado anónimamente al orfanato. Era un gato, un felino negro con los ojos verdes y la nariz rosada, “como la de… Él”, pensé tristemente. Se veía que había sido usado, pero el detalle me alejó de mis penas por un momento. Ella me dijo que era un regalo de Dios por haberme portado tan bien, pero yo no creía en aquel señor llamado Dios , sin embargo, que alguien ajeno a mí, que le rezaban muchas personas, le entregase a la Hermana Isabel un regalo para mí…me pareció de agradecer. Pasé muchos momentos con aquel felino: en los momentos en que me sentía triste, ahí estaba él para hacerme compañía. El felino vivía mis fantasías y mis aventuras por el monasterio; des

Huida

  -L os pollitos dicen pío, pío, pío, cuando tienen hambre, cuando tienen frío…   La niña canturreaba en el porche mientras agitaba en el aire una vieja muñeca de trapo ajena a problemas que envolvían su ambiente. Detrás de la niña alguien miraba al cielo con preocupación mientras prestaba especial atención a los oscuros nubarrones que se acercaban por el horizonte lejano. Anunciaban una tormenta especialmente fuerte para la noche.   Alguien más salió de la casa e interrumpió sus cábalas con el tintineo de unos hielos en un vaso de cristal. Éste estaba lleno a la mitad con un líquido rojo como la sangre y estaba rodeado por los suaves dedos de un elfo. El elfo se sentó a su lado con un suspiro y dejó el vaso entre sus pies. Prestó atención él también a los nubarrones y suspirando de nuevo encendió un cigarro y le dio una larga calada. Ambos se quedaron largo rato en silencio mirando a la niña y las nubes, después el elfo dijo:   -No has hecho bien trayendo aquí a la niña. Nos

VI. Despedida

VI.    La Despedida. La despedida no es un hasta nunca, pero yo…estaba asustada. “No te vayas”. Él y yo entendimos lo que queríamos en ese momento, y nos dimos un fuerte abrazo; ellos serán testigos de nuestra despedida, de nuestra promesa. “Ellos son nuestros testigos…”. Testigos de nuestra promesa. Inconscientemente, nos habíamos cogido de la mano. Pero Él no tardó en soltármela, puesto que tenía que irse. “Te fuiste y me dejaste sola”. Yo me acerco a la Hermana Isabel, y le pregunto adónde se iba mi compañero, ella me contesta: «A su nuevo hogar». A continuación, le digo si volverá, y ella, muy diplomática me dijo: «Tranquila, querida niña. Se ha ido, pero una parte de él se quedará contigo.». No supe bien lo que quiso decir, era muy pequeña. “Pero ahora miro el colgante, y lo sé. Te tengo conmigo pero sigues estando lejos de mí. Sigo sola”.   Uno a uno, se va despidiendo de nosotras: de la Hermana Isabel, a quien da un buen abrazo y dos besos, de la Herman

Ojos (Eyes)

Ojos rojos de llorar o de cocaína, da igual nadie se preocupará Ojos rojos de soñar y no llegar y qué más da ¿es que nadie se preocupará? Cuencas vacías sin ojos cuencas rojas no hay más.

Te odio, profesora.

Ésta es una pequeña historia sobre un chico que escribe en un papel aparte, que no es un cuaderno cualquiera puesto que es el cuaderno de clase. Es aquí donde hace un garabato en la esquina inferior derecha de la hoja cuadriculada, y firma: »Te odio, Cuid«. Tacha el nombre y a continuación escribe que necesita ayuda. Arranca la hoja del cuaderno. Pide a la profesora si puede levantarse a entregarle el papel pero la profesora, le dice que no. Es entonces cuando se sienta súbitamente y escribe en la misma hoja arrancada: »Te odio, Profesora«. El papel, hecho una bola, está en el bolsillo de mi pantalón. Acaba la clase y la profesora se despide de los alumnos; es hora de volver. Hoy vuelvo a casa tarde; hoy vuelve a estar mi madre en la calle; hoy vuelve a repetirse lo de ayer. Ayer, mi padre amenazó con pegarse un tiro con la pistola que le dio aquel chico de la esquina, para protegerse del resto. Ayer mi madre le calmó; él sólo quería que ella fuera  a comprarle una birra.

V. Colgante

V. El colgante . -Mi colgante-. ¡¿Su colgante?! ¡No me puede dar su colgante! Según me dijo una vez, ese colgante significaba mucho para él. Era de su abuela, era la única que quedaba viva de su familia, ella, le cuidó de pequeño y, cuando ésta estaba en su lecho de muerte, le entregó el colgante. Éste era plateado y tenía como figura decorativa, un pequeño dragón verde-rojo decolorado. Unos minutos después, su abuela murió; uno de los cuidadores que ayudaba a su abuela, entregó a Él al orfanato porque no podía cuidarlo. Ingresó unos meses después de mí. Pero… ¡su colgante es un recuerdo muy preciado de su abuela! ¡No me lo podía entregar tan a la ligera! Ni si quiera se lo quitaba para ducharse, -según me contó un día. -¿Tú colgante? -Sí, ¿por qué no?- y me lo entrega en mano. Mis ojos brillan; aún no puedo creérmelo. -Pero…es algo muy especial para ti. No me lo puedes entregar. -Sí que puedo. Además, sé que tú lo cuidarás bien.- Él, me saca una cabeza y

Amor de peluche

Dos ojos, Cuatro patas, Y tú, algodón por vísceras, Miras con tus ojos de cristal. No tiene dientes, Sólo boca, Pelaje ajado Y siempre actitud de abrazo. Paseas colgado de un brazo, Tienes polvo Y muchos años Y casi todos en la misma habitación. Está en todo: Los buenos momentos, En los malos siempre Recoge mis lágrimas. Puedes estar vivo o muerto, Mas no te mueves, Mas tienes forma de animal, No de planta. Compañero de juegos Y de confidencias, Al pie del cañón más que los propios amigos Recibiendo penas y pocas alegrías. Tu sitio está a mi lado Por siempre. Ahora eres mejor   Que el regalo más caro. Los años no pasan por su aspecto. Esté contento, o esté triste, Siempre tendrá la misma mueca que dice: “El único amor que dura, es el de peluche ”.                                             

IV. La promesa eterna. (Mi Ad eternum)

-¿Para qué?-digo desconcertada. - ¡Prometeremos encontrarnos algún día… que el destino nos vuelva a unir algún día! ¿Qué te parece?- está lleno de emoción y se ha sobresaltado con la idea. No me pareció mala en su momento, así que acepté sin dudarlo; Él era y ha sido mi compañero desde que tenía…no sé cuántos años; crecimos juntos y ahora, ¡¿nos separamos?! Da igual, promesa o piruleta, era una oportunidad, -la última- para poder disfrutar de su compañía. -¿Qué tenemos que hacer?- él suelta su maleta y piensa. -Prometamos volvernos a ver- Él me muestra su dedo meñique- ¡Prometámoslo!-yo, le imito y, levantando mi dedo meñique, lo entrelazo con el suyo. -Te lo prometo, ¡y que el destino haga el resto!-digo con una sonrisa bien amplia. Dura unos pocos segundos… Ciertamente, no se tarda nada en hacer una promesa, pero lo que me preocupaba realmente era, ¿cuánto se tardaba en desobedecer una promesa? Romperla… “Espero que mucho…”. -¡Espera!-digo percatándome de que su dedo

La niña del paraguas multicolor

Imagen
...y vi a la niña del paraguas multicolor caminar hacia la aldea, pero ella a mí no me vio. Yo quise saludarla y aun así, no lo hice. «Soy un idiota», pensé en su momento, y sigo con ese puñetero pensamiento, cada vez que la vuelvo a ver. Ella es el alma colorida de este sombrío pueblo donde sólo lucen las farolas de bombillas parpadeantes, cuando cae la noche; y aun así, sigue habiendo oscuridad. Es un símbolo que nadie reconoce. Camina río arriba... colina abajo, siempre, sin rumbo fijo. Haga sol, llueva... lleva el paraguas consigo. Sea invierno, sea otoño, haga frío o calor, ahí está, la niña del paraguas multicolor. Sigo pensando en lo tonto que fui al no saludar: «con lo fácil que hubiera sido...y no lo hice...». No tiene nombre… es la chica a quien nadie le importa. No tiene familia, ni amigos, tan sólo ese paraguas colorido. No tiene nada y no quiere de nadie (…) La niña ya ha crecido, tendrá unos dieciséis, y yo, ca