Sal enraizada
A esgalla
Mucho, a lo bruto: p.e. "llover a
esgalla".
—Aviso para navegantes— gritó el capitán,
sí, mi capitán, de este barco. —Se avecina tormenta y una lluvia a esgalla de
mares turbios. Pónganse los buzos que igual nos sumergimos sin ser submarinos
por las perspectivas más hundidas de todo Zentauri: un mar de nubes grises y auroras
arreboladas y sufridas.
Hubo muchos tripulantes que hicieron caso
omiso a lo que se les decía. Pero el Gran Capitán siguió con su discurso entre
las gaviotas y el romper de las olas contra el buque y la embarcación:
—A veces no dejan buen sabor de boca, las
verdades que entre chistes se equivocan.
Oteó el horizonte como si alcanzar el
despertar de un amanecer en los confines del mundo, no fuera imposible, como si
el viento le soplara la respuesta de nuestro augurio por el periplo aguada,
anclada en el estanque del progreso. Capitán suspira secamente:
—Otras veces son tinta en pieles tatuada, y
son más que palabras lo que se dice... son otras vías de escape lo que se
omite. Y siempre es lo que más transmite.
Una brisa fresca revoloteó la proa y nos
anunció que la tormenta llegaría cuando menos nos lo esperásemos. Miraba a
Capitán sin entender ninguno de sus fríos rasgos, calculados, precisos,
magullados con el paso de los años, erosionados por las salinas. Tenía el
brillo en los ojos y finalmente dijo:
—...Pero entre las tinieblas queda todavía
esperanza que luce y guía a los que se aventuran a la deriva.
Ya retumbaban los nubarrones sobre
nosotros. Aquí llega desde el comienzo de esta embarcación, nuestro final. El
sempiterno trayecto que trazamos hace algo más de un tiempo ya olvidado entre
el oleaje y los vendavales, sólo dura un momento.
Colaboración y aportación de la palabra de La Madre de Guille.