Te Matatini

Inefable
Que no se puede explicar con palabras, inenarrable.

Lo que siento ahora es tan inefable como una fotografía
o un retrato donde siquiera mi relato puede parecerse acaso a lo que quiero,
expresar: nostalgia, penuria, júbilo, éxtasis, rechazo, lucha...constancia.
Decía Cortázar que un relato es como una fotografía de la que no nos salimos.
Pero porque haya vallas, yo puedo saltármelas
y justificar que no pueden cortarme las alas,
que los límites son tan poco ciertos como los impedimentos;
que si la historia la crean los vencedores, yo me revelo, me apoyo sobre mi nombre y alzo al vuelo a los que no llegaron a la cima, voy falda abajo
sin lástima por no llegar al pico, sin lastimarme, sin lastimar, agarro tu mano: «cierra el pico, nos vamos».
Subimos agarradas, como iguales, como personas, de la mano,
«yo no llego si tú no me acompañas al lado».
Y avanzamos porque hay muchas piedras con las que tropezar.

Lo que creo que me lleva a encender mecha y explotar
es tan humano como respirar: hay que cerrar ciclos, para abrir y empezar,
recuerda que «el círculo no está completo» hasta que el detalle
más efímero de ti no forma parte.
Hay que hacerlo ver.
Hay que verse en la fina costura de la tesitura
de ponerse a hilar, a cortar la tela que hay de sobra y sólo es costra dura, reciclar
separar lo que es pragmático de lo que te hace decirte “no valgo”, tirar,
hay que cortar relaciones que no te hacen conseguir sueños ni soñar,

Lo que hace de mí, Esencia, de mí, Presencia
de mí, Victoria, Reina de mis Historias, de mi Perspectiva
de mi memoria, La Atrapasueños de Stephen,
La Baku japonesa de las pesadillas sin estar en Elm Street

Lo que hago de mi persona siendo lo que soy y representa
no son límites que encarcelan mis piernas
tampoco las cadenas que muevo para que Rosa Luxemburgo oiga que las siento,
ni siquiera tus trapos sucios, tu tergiversador paladar que sostiene mis palabras
las envuelve en toxicidad, las empolva en maldad e intenta hacer de mí la mala de la película,
pero yo me codeo con Maléfica, con la Reina que te coge la manzana, la envenena,
te saca de tu cuento de princesas, se la da a Eva,
la muerde, te la escupe y a Lilit besa,
yo me tuteo con el abogado del Diablo
y jugamos a ver quién es hoy quién se la pega
y habrás adivinado que esta vez no seré yo.
Porque cara está la vida para que deje ganar a quien no se lo merece,
así pues quien no se despide, sino que te dice que otro día vuelvas
búscale, búscala, en el mapa, fíjale, fíjala, recuerda
sé que hay antifaces que me cubren de puñales las espaldas, por decir la verdad
que hay múltiples caras que en maorí titulan mi comparsa, mi poema,
mi grito, mi cuadragésimo límite y final de ciclo, soy mi propio lema.


Lo que sé ahora y sabré luego, y ayer y después
es que hay palabras que suenan bonito, si se utilizan bien
así que aprendo de los límites que enseño, que me aconsejan para crecer
porque en maorí He mana tō te kupu se dice: “las palabras tienen gran poder”
y yo lo creo también.

Lo que sé que sabes y sabemos es que
si me das una palabra, como Ayax el rapero, yo te escribo la historia entera,
la que quieras. Ponme al límite, ponme retos, ponme metas,
las que quieras, que si tú vienes conmigo, llegaremos arriba, y tras un largo suspiro y ver un paisaje indescriptible y tan bello que el silencio adjetivar sabe,
te diré: ¿qué tal?
Y tu opinión será tan válida como digna de ser escrita.
Y no habrá una despedida brusca,
sino una nueva caja de Pandora esperando a ser abierta.

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