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The decision of my Rowe


La cena estaba servida; sólo faltaban los invitados. Y la tensión que rezumaba por cada esquina del espacio del salón no le dejó tampoco de lado. Aunque rezó porque lo hiciera, pero no cayó esa breva y así empezó la cena.

Cuando llegaron a estar todos, mientras unos hacían de buenos anfitriones con los invitados hablando de la decoración navideña, otros del belén y de los villancicos clásicos, luego el típico que se queja de las uvas si no están maduras; otros ayudaban a traer platos a la mesa. Aunque no fueran a caber tantos, había variedad de entrantes, “que me dirá mi santa madre por dónde vamos a evacuar los salientes. Si vamos a reventar al tercer canapé”, pensó ella mientras intentaba mantener la compostura, con la mejor y más ambigua de las caras, según regresaba del salón a la cocina, para que no le dijera nada.
Resopló, claramente, cada orden que se la otorgaba, pero la novación tan continuada la estaba enfureciendo, y todavía no había empezado la noche: el verdadero drama. Para sí se decía que la batería estaba calentando, y el redoble de tambores ya sonaría para dar paso a la sorpresa.

Estaban ya sentados a la mesa; incluso empezaron a comer. Pero en el momento menos pensado, según se estaba hablando de un tema, curiosamente distinto de los temas típicos de fin de año, como la política o el fútbol, la pregunta del millón se cantó como el número de lotería ganador. Pero ella lo vio como un momento idóneo para abrir la basura, remover entre la cochambre y las discusiones de los días anteriores y sacarlo a la luz como quien ha encontrado un tesoro. Carraspeó cuando su propia madre le preguntaba con retintín a la nombrada que qué pensaba del cambio de divisas en la mentalidad de un adolescente que se está formando en la vida. Ella pensó en que no podía haber sido un mejor remate que el de acabar esa pregunta retórica con esa sonrisa forzada que le salió. Le sentó como un esgucio, como la gota que colma el vaso de lo surrealista y lo desparrama todo.
Volvió a carraspear mientras sacaba tiempo de un falso atragantamiento de miga de pan y se tocaba la ajorca de lino que decoraba su cuello como accesorio discreto y elegante. Quería contestar con propiedad sin alzar la voz ni perder los estribos porque prefería tener la fiesta en paz y tampoco era plan hacer una escena fuera de guion. Pero se le entrecortó la retahíla de argumentos que tenía preparados y la sola idea de poder quedar reducida “a un comentario de una más”, entre la humillación de la ausencia de apoyo familiar ante su posible respuesta y la falta de comprensión de sus receptores, prefirió ir directa al plan B y decir “no sé” resignada. Todo su plan desvencijado. Se tardó un segundo en cambiar de tema. “Fue un inciso de tránsito”, se dijo para sí, como si quisiera consolarse. Pero estaba claro que no había habido confrontación alguna y ella, cabizbaja, escuchaba mirando el bodoque del bordado del mantel sin interés. Era de la mesa, el escorzo perfecto de un cuadro de cena familiar. Pero eso tampoco le consolaba. Y al rato ni sus impulsos los podía controlar puesto que se levantó súbitamente de la mesa, reuniendo, ni ella misma sabía de dónde, fuerzas y rabia, haciéndose rápidamente un petate con lo puesto: una chaqueta, una bufanda y las manoplas, y yéndose afuera, abajo a darse una vuelta entre el jolgorio de la noche, sin mediar palabra ante la atenta mirada de todos.
Lo hizo tan deprisa que ni lo pensó dos veces en si daba o no portazo. Bajó rápidamente las escaleras por si oía detrás de ella un grito o una nueva orden. Hoy quería vivir alejada de las tonterías que podrían agolparla y no quería sentirse un engendro escuerzo más producto de lo que ahora definían como adolescente hormonado. “Otro día”, se dijo. Iba decidida a respirar. A gritarse a sí misma donde nadie la escuchase, pero a solas con su conciencia y con la originalidad del día: Año Nuevo. No comería las uvas si era eso lo que se le imponía: ser feliz, con sonrisa, como un títere de casa de muñecas, y eso no quería. Y según empezaba su vuelta por los alrededores, una paloma voló sobre ella, que la hizo despertar de sus ensoñaciones para así darse cuenta que lo había hecho. Había salido decida de ésta, y lo había hecho. Ella misma. Sin ayuda. Había salido de ese caparazón en el que se resguardaba siempre cuando había movidas; pero hoy algo había hecho clac en su cabeza como una zapatilla que pisa un juguete y se rompe, o como la pantufla que se lanza cuando estás cansada y no te la quitas y pegas una patada y da al armario. Así de loco.

La luz iridiscente de las farolas a punto de entrar de lleno en puro éxtasis se la acomplejó como luces de neón incesantes que sólo producían una cara falsa de la realidad. Quiso chillar de repente según pasaba por un parque, pero al ver una rayuela dibujada con tiza mal hecha en el suelo, a ella misma se permitió desinhibirse de lo que “normalmente hace un adolescente responsable y maduro” y la saltó a su ida. Y para sí pensó que su “yo responsable” estaba en su mejor acto de desmaridar “lo que se debe” de “lo que realmente se quiere hacer”. Y al acabar, sin quererlo y sin saber bien por qué, empezó a llorar. Y no supo discernir si lloraba de alegría, de tristeza, de pura impotencia y se vio a ella misma corriendo hasta el monte más alto del pueblo y gritó a los cuatro vientos:
-“¡Muerte y destrucción para todos los mojigatos del Año Nuevo y la madre que le parió!”.

Y el viento ululó con perfecto eco y sublime aliteración lo que ella quiso oír: libertad…, y respiración. Oírse por fin respirar tranquila porque no se sentía para nada parte de algo tan importante como el nido de su familia. Entonces sintió otra lágrima, esta vez fría por la temperatura que hacía. Y se juró así misma que ya que pronto se le acabaría el tiempo, se jugaría que el día de mañana, a pesar de las incompetencias que los ámbitos le pudieran crear, que sería ella misma y que confiaría en sí misma. Y finalmente sonrió para sí de forma natural.
Pronto oyó la decimosegunda campanada y supo que le tocaba actuar. Y de la misma manera que vino, se volvió decidida a su casa.

Dedicado a alguien que sabe que puede.

Pro-po-siciona... Ravenclaw
-PROsa
- Sentimiento de no pertenencia a tu propia familia.
-Ambiente de comida familiar navideña
-Narrador/a 3º persona
-Miedo paralizante que controla a una persona protagonista y que no la permite hacer lo que realmente quiere.

Y el resto proposicionamos:
• Shiro: (continúa para la siguiente)

• Æ Schumacher: cochambre, desvencijado y aliteración

• Rafah Xuloh: desmaridar, ajorca y esgucio

• El Khristos: novación, bodoque, pantufla

• Mirlord: ambigua, escuerzo, tránsito/ transito

• Ratonsín: (continúa para la siguiente)

• Ravenclaw: batería, caparazón, paloma

• Kella: drama, iridiscente, rayuela

• Errose: (continúa para la siguiente)

• JC: muerte, engendro, petate

• Akasha: (continúa para la siguiente)

• Teima Yolape: (continúa para la siguiente)

L O+ L E Í D O · A Y E R

ojos que no sienten, corazón que no ve

«[...] llena con palabras los espacios en blanco entre frases.» _ La clase de griego de Han Kang   Querida yo , sabes que...   soy más que ojos... soy mirar, soy deidad para quien me aprecia, soy inmortal, soy bondad para quien me amena, soy sensación, soy devoción para quien pierde la fe, soy enrojecer, soy rubor ...soy zen soy más que cuerpo... soy estallar, soy mordaz para quien me lleva al límite, soy curvas, soy voluptuosa para quien se pierde en el placer, soy sudor, soy rosa Tudor para quien mi reino comparta y gobierne, soy escueto, soy prieto para quien de cadenas me deshaga ...soy hogar soy más que mente... soy pensar, soy filosofía para quien guste reflexionar, soy penumbra, soy ciega si me deslumbras para aperturas de cabeza sin piedra, soy diferentes maneras, soy ética para morales ligeras, soy reflexión soy infusión para quien en calma quiera renacer, ...soy un contener soy más que boca... soy labios, soy besos para quien los merezca, no escuetos, soy contacto, ...

farol fatuo · quitaesmaltes · 13/05

«[...] aquel silencio que parecía preñado de palabras impoderables.» _ La clase de griego de Han Kang pudo ser un farol un mundo feliz indiferente una pausa en los jarrones un año nuevo en el oriente era festivo, no era cumple pero sentí que desaparecía el tiempo la rutina se diluía; la mente desaparecía abotargada, mis dedos hurgaban los entresijos ajados   ¿es posible otra forma de vida?   dejar atrás las manías esculpir de los escombros algo que con hiedras sanará después   ¿es posible dejar de lado este lacerado dolor? quitaesmaltes, en mi interior no ser un espacio seguro, no transmitir seguridad ni tranquilidad; no valgo ni para desquitarme, es muy trist- ¿es posible otro color?   privación sensorial ¿alivio o castigo? permisión emocional ¿farol o raise ?   densidad como la del Mar Muerto; flotar ¿crimen o castigo? no amanecer, no nunca mais enciende un farolillo guíame desde atrás, escríbeme mensajes bonitos y mi pena no la dejaremos pasar. 

la[r]vado facial

  «...es curioso como algunos lugares se te quedan en la memoria sin que tengan un punto de referencia relevante...» _L.H., El Padrino cómo guardar caricias en frascos para después untármelos como bálsamos en mis momentos de hartazgo... agua, confundidas las lágrimas noches, sepultado el silencio mirada, entretenidos en el pecio fotografías, impregnada la tarima en las ventanas, el pasado en las amalgamas, el techo en sus ojos, sereno en sus brazos, mi pecho y en la duda, helado cómo contener el cielo en un respiro para poder inhalarlo como vapor en mis momentos de delirio... cómo inmortalizarlo todo en el corazón para dejar en vilo el verso y que no necesite ni mi aprobación.

batecs del cor [2302]

  «El meu únic llenguatge són els batecs del cor» _ Prozak Soup   "Hatred is born to protect love". Un odio a medida configurado. Salvaguarda entre paños amor. Coagula cariño que nunca se dio. "no lo entiendo pero te quiero", pero no. Si hoy yo no fuera yo: concentración. Si tú no fueras tú: destrucción. Si no latieran las escamas de un calado cor, no mendigaríamos por cariño ni juntaríamos los trocitos para hacer de esquirlas, corazón. Paciencia meliflua, ¿qué me espera después de cada actuación? Ella quiere dar su 100, no quedarse en el paredón.   Hatred is born to protect yours. Una tirita que cubra la sal que asimile que el cielo pueda ser del color azul que retire el exceso de dolor, sin pote. "no lo entiendo pero vale", te creo. Si ayer no fuera tarde: colapso. Si no me adelantara: letargo. Sólo quiero que vuelvas sano más allá de las heridas que portamos, separarnos con un fin ajeno a lo justificado, pero imperdonable si nos alejamos. No quiero per...