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Tocada y hundida

Empecé encontrando un hilo que salía de algún lugar recóndito.
Empecé a tirar de él y me fui encontrando bolitas de vejez, nudos bien atados, enredos, remiendos y más enredos, y seguí tirando, paciente, queriendo desentrañar aquella maraña.

Apreté dientes y oí cómo las costras se abrían.
Cerré los ojos fuerte y oí el gatillo disparar.
Las sienes latentes, la lengua insípida, sabía fría.
A sangre fría, bajo cero, presionando,
mi propia bala del coraje colgando,
jugando al ahorcado sin fichas ni dados.
Silicona en mi tejado, heladas las manos:
dejo el suspiro que bloquea el tiempo y el espacio.
Otro Error 404

Sobre los hombros, presión.
Impresión de agonía, de explosión,
de aire escapándose sin control,
de vacío: diseño de interior.
Y de burbujas de jabón,
sin cartas, sobres y faltas de comprensión.

Sobre tus pasos, camino en círculos, largo recorrido,
periplos temporales, socavones en algunos puntos;
en otros, sueños hipnóticos interrumpidos.
Sobre las huellas, un pasado que te persigue, que te define y te define como "quien soy"
quien he sido... y quien seré si archivo,
y quién no, si dejo una nota de suicidio. O sin nota.
Sobre mi pesar, la constancia,
de la entrega al desplome.
Al odio, a la rabia, al derrumbe y a sus lágrimas en el desagüe.
De los humos al incendio, a la bañera de mi Atlántida hundida,
mi isla sin cuidar, mi náufraga perdida.

Del bote bajo el mar, a la arena sobre el cofre cubierto de mierda.
Sin paliativos, sin filtros: juego sucio-juego limpio.
Bomba, pompa, circunstancia y lluvia, viento e ira que delira.
Paraguas rotos, sin final en la canción.
Aliteración entre la duda que dudé dudando en su momento,
y dubitativo me quedé entre el pecado y la compasión.

Marcaron la casilla al azar y queriendo, echaron la quiniela,
apostaron al negro, me salió rojo por los poros, por mis carrillos cayeron
por mis ojeras los sueños se deshicieron,
por mis piernas, el alma desapareció,
Por mi por si acaso, la autoestima no llegó.

L O+ L E Í D O · A Y E R

Maiduti

Se ve luz al final del túnel, se ve, Se ve a Maiduti aclamada por su envés: no la juzgan por su portada, quiere creer. Un nuevo deber en la agenda apuntada. Avanzan los pasos, los logros quedan cerca. Brindemos por los "ligeramente". No saborearemos el oro, pero en bandeja de plata yo se lo pondré. Se ve luz al final del sueño, se ve, del punto y coma duradero, a los tres. El continuará como dolor de barriga: podré decir que lo intenté.  ANTERIOR ["Inktober de Poemas: 4 de octubre: Maiduti"] SIGUIENTE

Buscando.

Me di cuenta tarde. Estaba efectivamente buscándote entre la gente. Tantos datos que me diste de ti y nadie coincide contigo en la calle. Temo siempre por distraerme y encontrarnos sin saber que lo hemos hecho, por eso miro a todos lados, antes de cruzar. Al frente si el semáforo está en rojo. A la muchedumbre si parece inmensa; busco quien destaque de entre la marea. Pero luego me doy cuenta de lo absurdo que todo parece. ¿Se estará dando cuenta alguien de este ridículo que estoy haciendo? Pero si nadie se percata, yo te seguiré buscando.

Hineni

Esa mirada que se esconde entre el cárdigan de tus palpitaciones y los soplos de a quien lanzas corazones es la que me intriga.   Andas siempre sonriente, con unos luceros como la noche observándome ¿qué es lo que pensaron entonces?, me pregunté ¿cuando aterricé sobre esos lunares buscando placer y encontré a dos estrellas fugaces esperando a otro viandante? No lo sé.   Hay satélites ambulantes que buscan dónde resguardarse de una soledad imparable, y buscan ubicarse, orbitando para fijarse en sólo una presencia inapagable como tú.   Pero dudo que estos hilos nos juntasen así que velo por tus sueños, desde tu olvido, y admiro desde otro sitio que esos ojos bonitos, amen a quien amen, encuentren un destinatario fiable. Esto es sólo un mensaje desde un dudoso remitente allá donde te encuentres, si me necesitas aquí estaré.  [ 29 de octubre con: CÁRDIGAN. Aportación de E udyptes] POEMTOBER SIGUIENTE

Nunca la misma; siempre diferente

Inmarcesible Que no puede marchitarse. Siempre el mismo discurso que no marchita, las mismas palabras cansinas, arrastradas, casi automáticas, sin ser románticas, siempre el mismo augurio, las mismas resignaciones prescritas, los mismos focos sobre la misma mirada de ojos: la nostalgia de poder haber sido otro quien se comiese el marrón. De los tiempos donde una se engañaba a sí misma y el reflejo le decía que no, que no eran buenos tiempos para sentir afecto ni pedir cariño, o la herencia, o la querencia en la que siempre se queda, esa estancia de indiferencia, no hay ventanas, sólo espejos y a caminar a tientas. Siempre es el mismo sermón inmarcesible en sus renglones, jugando en los laterales, recortando los bordes, sin ser extremistas opuestos, siempre conociendo las reglas, los juegos sucios, los trucos, temiendo los ases bajo las mangas, los puñales por la espalda. Siempre es el mismo resultado para quien juega en casa. Sin embargo nunca es la misma persona quien ...