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Dulce Agrio

El fruto prohibido fue las entrañas del pecado que desgarra a la humanidad bajo su pesar, 
su cuerpo melifluo, contagiado por mis colmillos, mis devenires, mis famélicos impulsos;
el guiño de sus ojos fue la incitación al mundo de los sueños, a lo onírico de mis agujeros negros, mis uñas hurgando en sus pensamientos,
gotas escarlata que se enhebran sobre las cicatrices del decaimiento,
sus gemidos, los silencios del pentagrama que tecleo.
Mi lujuria, el erotismo del paso del tiempo.

Tuve la sensación de que la vida me rogaba clemencia, y yo sorda,
me dejaba devorar por la demencia de mis lagunas: ahogándome en mis decisiones,
en los cadáveres de mis almas, en mis fallidas confesiones;
tuve la sensación de unirme a esa misma, tóxica y contagiosa horda.

El fruto prohibido olía a fragancia afrutada,
con jazmín de las delicias más amargas,
con la amapola oscura que pereció en mí al amanecer; con mis caras largas
y las semillas, nacieron podridas, enrevesadas y del revés: a través de mis piernas, no me dejaron mover.
Acabé presa, mi tumba en el puerto en el que me quedé.

Extrañé los arañazos que cubrieron mi cuerpo; me acostumbré a ellos, perdí el control.
Sentí que olvidaba algo de ese amor gore que en ningún momento me definía
pero me convencí a mí misma de que sí,
creí ser dulce pero no cicatricé los moratones con los que me herí,
coloqué mis expectativas en un limbo al que nunca entré y del que nunca podré huir.
Su gore, el fallido dulzor: cítrico a mi vida añadí.



Uxue Navia me retó con:

  •          Poema que mezclara lo gore con lo dulce


L O+ L E Í D O · A Y E R

Maiduti

Se ve luz al final del túnel, se ve, Se ve a Maiduti aclamada por su envés: no la juzgan por su portada, quiere creer. Un nuevo deber en la agenda apuntada. Avanzan los pasos, los logros quedan cerca. Brindemos por los "ligeramente". No saborearemos el oro, pero en bandeja de plata yo se lo pondré. Se ve luz al final del sueño, se ve, del punto y coma duradero, a los tres. El continuará como dolor de barriga: podré decir que lo intenté.  ANTERIOR ["Inktober de Poemas: 4 de octubre: Maiduti"] SIGUIENTE

Buscando.

Me di cuenta tarde. Estaba efectivamente buscándote entre la gente. Tantos datos que me diste de ti y nadie coincide contigo en la calle. Temo siempre por distraerme y encontrarnos sin saber que lo hemos hecho, por eso miro a todos lados, antes de cruzar. Al frente si el semáforo está en rojo. A la muchedumbre si parece inmensa; busco quien destaque de entre la marea. Pero luego me doy cuenta de lo absurdo que todo parece. ¿Se estará dando cuenta alguien de este ridículo que estoy haciendo? Pero si nadie se percata, yo te seguiré buscando.

Hineni

Esa mirada que se esconde entre el cárdigan de tus palpitaciones y los soplos de a quien lanzas corazones es la que me intriga.   Andas siempre sonriente, con unos luceros como la noche observándome ¿qué es lo que pensaron entonces?, me pregunté ¿cuando aterricé sobre esos lunares buscando placer y encontré a dos estrellas fugaces esperando a otro viandante? No lo sé.   Hay satélites ambulantes que buscan dónde resguardarse de una soledad imparable, y buscan ubicarse, orbitando para fijarse en sólo una presencia inapagable como tú.   Pero dudo que estos hilos nos juntasen así que velo por tus sueños, desde tu olvido, y admiro desde otro sitio que esos ojos bonitos, amen a quien amen, encuentren un destinatario fiable. Esto es sólo un mensaje desde un dudoso remitente allá donde te encuentres, si me necesitas aquí estaré.  [ 29 de octubre con: CÁRDIGAN. Aportación de E udyptes] POEMTOBER SIGUIENTE

Nunca la misma; siempre diferente

Inmarcesible Que no puede marchitarse. Siempre el mismo discurso que no marchita, las mismas palabras cansinas, arrastradas, casi automáticas, sin ser románticas, siempre el mismo augurio, las mismas resignaciones prescritas, los mismos focos sobre la misma mirada de ojos: la nostalgia de poder haber sido otro quien se comiese el marrón. De los tiempos donde una se engañaba a sí misma y el reflejo le decía que no, que no eran buenos tiempos para sentir afecto ni pedir cariño, o la herencia, o la querencia en la que siempre se queda, esa estancia de indiferencia, no hay ventanas, sólo espejos y a caminar a tientas. Siempre es el mismo sermón inmarcesible en sus renglones, jugando en los laterales, recortando los bordes, sin ser extremistas opuestos, siempre conociendo las reglas, los juegos sucios, los trucos, temiendo los ases bajo las mangas, los puñales por la espalda. Siempre es el mismo resultado para quien juega en casa. Sin embargo nunca es la misma persona quien ...