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Lo que me gustaría escupirte a la cara

Aunque no lo parezca siempre dejo unos miligramos de fuerza para luchar por mí. Cuando he luchado por ti y no ha valido la pena, y caigo derrotada en el suelo, queriendo desistir y a la vez queriendo demostrar mi resistencia, hasta que me lleves al límite y salga de mí lo que más temo que no quiero que lo conozcas. Hasta que me llevas al precipicio incluso, todavía tengo fuerzas para pensar que no caeré con el barco, ni me hundiré por vernos naufragar día sí día también. Ya casi por orgullo propio no me quiero ver en las mismas marismas de mierda a las que me arrastras siempre que me estrujas hasta ahorcar, y no sueltas rienda hasta que ves que me falta el aire. Hasta ese momento que pingo del hilo de doble filo incluso, tengo un mínimo de decencia de proyectarme y mirarme como si no tuviera a nadie más que a mí sola y me digo que val(go)e la pena seguir firme aunque me destroce hasta las venas. Y decido frenar en seco, malgastándome las suelas, desgarrándome las piernas, hiriéndome las plantas de los pies que me hacen tanto avanzar como retroceder. Y es en esos momentos donde más siento que pierdes más tú que yo. Que si me empujas al abismo, no caigo, aunque me acoja, sino que se alía conmigo y me impulsa de vuelta para devolvértela como sólo la sapiencia sabe: y es con mi indiferencia. Ojos grises que esconden mares de olas repletas. Vendavales y tormentas. No necesito más que mirarte con esa cara de distancia porque es lo único que conseguirás a este paso. Una victoria no es ni una conquista ni un premio ni un regalo que dejar de lado, en una estantería ni un hito histórico que aparcar en un triste párrafo. Soy mucho más de lo que supones. De lo que me etiquetas, de lo que creas. Porque siempre tengo en la recámara una bala que dedico a quien no me deja estar en calma entre nenúfares. Aunque no te lo creas. Por eso aunque no lo parezca, siempre dejo una pizca de ganas para luchar por mí.

Fighter - Valentine M Smith


L O+ L E Í D O · A Y E R

Maiduti

Se ve luz al final del túnel, se ve, Se ve a Maiduti aclamada por su envés: no la juzgan por su portada, quiere creer. Un nuevo deber en la agenda apuntada. Avanzan los pasos, los logros quedan cerca. Brindemos por los "ligeramente". No saborearemos el oro, pero en bandeja de plata yo se lo pondré. Se ve luz al final del sueño, se ve, del punto y coma duradero, a los tres. El continuará como dolor de barriga: podré decir que lo intenté.  ANTERIOR ["Inktober de Poemas: 4 de octubre: Maiduti"] SIGUIENTE

Buscando.

Me di cuenta tarde. Estaba efectivamente buscándote entre la gente. Tantos datos que me diste de ti y nadie coincide contigo en la calle. Temo siempre por distraerme y encontrarnos sin saber que lo hemos hecho, por eso miro a todos lados, antes de cruzar. Al frente si el semáforo está en rojo. A la muchedumbre si parece inmensa; busco quien destaque de entre la marea. Pero luego me doy cuenta de lo absurdo que todo parece. ¿Se estará dando cuenta alguien de este ridículo que estoy haciendo? Pero si nadie se percata, yo te seguiré buscando.

Hineni

Esa mirada que se esconde entre el cárdigan de tus palpitaciones y los soplos de a quien lanzas corazones es la que me intriga.   Andas siempre sonriente, con unos luceros como la noche observándome ¿qué es lo que pensaron entonces?, me pregunté ¿cuando aterricé sobre esos lunares buscando placer y encontré a dos estrellas fugaces esperando a otro viandante? No lo sé.   Hay satélites ambulantes que buscan dónde resguardarse de una soledad imparable, y buscan ubicarse, orbitando para fijarse en sólo una presencia inapagable como tú.   Pero dudo que estos hilos nos juntasen así que velo por tus sueños, desde tu olvido, y admiro desde otro sitio que esos ojos bonitos, amen a quien amen, encuentren un destinatario fiable. Esto es sólo un mensaje desde un dudoso remitente allá donde te encuentres, si me necesitas aquí estaré.  [ 29 de octubre con: CÁRDIGAN. Aportación de E udyptes] POEMTOBER SIGUIENTE

Nunca la misma; siempre diferente

Inmarcesible Que no puede marchitarse. Siempre el mismo discurso que no marchita, las mismas palabras cansinas, arrastradas, casi automáticas, sin ser románticas, siempre el mismo augurio, las mismas resignaciones prescritas, los mismos focos sobre la misma mirada de ojos: la nostalgia de poder haber sido otro quien se comiese el marrón. De los tiempos donde una se engañaba a sí misma y el reflejo le decía que no, que no eran buenos tiempos para sentir afecto ni pedir cariño, o la herencia, o la querencia en la que siempre se queda, esa estancia de indiferencia, no hay ventanas, sólo espejos y a caminar a tientas. Siempre es el mismo sermón inmarcesible en sus renglones, jugando en los laterales, recortando los bordes, sin ser extremistas opuestos, siempre conociendo las reglas, los juegos sucios, los trucos, temiendo los ases bajo las mangas, los puñales por la espalda. Siempre es el mismo resultado para quien juega en casa. Sin embargo nunca es la misma persona quien ...