Tú mi "ojalá"; yo tu "tal vez"

De nuevo se envolvió en el carric que trajo puesto. “Esta vez sí que se iría”, se dijo para sí; pero ambos sabíamos que no sería así. La noche sería joven, como decían, y el alba nos encontraría como dos plumas dormidas, la una junto a la otra, perfectamente unidas, mirando al techo, como si fuera un estrellado firmamento de sueños, una salida de escape a la cruda realidad que nos atañe. Volviendo a su figura, dibujé el contorno de cada uno de los poros que hace nada habían transpirado para mí, y esos labios que besaron con cuentagotas mi espalda, con el mero consentimiento de querer cobrar sentido para otra persona. Sobre esas sábanas que se quedaban nuevamente húmedas y arrugadas, con la forma de sus curvas y su ímpetu impropio de cabalgar frenético en pleno éxtasis...

Es recordarlo... y no querer que se marche; que no se vaya de nuevo, y tener que esperar otro invierno a que las constelaciones nos juntasen de nuevo… “No quiero”, me supliqué como si tuviera la última palabra en las elecciones de cuándo se alarga el tiempo y cuándo no espera al romanticismo de dos locos, casi tuertos de amor. Me volví para verlo marchar, y creí que se iría sin decir nada como solía hacer las primeras semanas de los primeros encuentros a escondidas que concertábamos. Pero en su lugar, tras ponerse el bombín y transformar su gesto en la mejor caricatura burlesca de hipocresía aristócrata que sólo se mueve entre las altas clases, fue a mí y me susurró un beso entre mi desconcertada postura soberbia y la resignación de saber que no lo volvería a ver en mucho tiempo.

Pasaron los meses, y los vientos sólo me traían el perfume que dejó tu sudor, y mis suspiros sólo cabían entre los cajones de un dramaturgo triste que se queda a dos velas y en silencio cuando no tiene de quién escribir porque no está presente, ni lo quiere oír, por miedo a convertirse en la peor calamidad emocional que exista. Pero me engaño siempre que mi mente intenta pronunciarte. A todas horas quiero verte, a todas horas quiero tenerte y siempre acabo rellenando un censo imaginario para entrar en el empadronamiento de tus recuerdos.


Dejo la pluma sobre el cuaderno, pero sin quererlo me recuerda de nuevo a ti. Cuando la paseabas de manera tan pausada desde la barbilla, mientras te sostenía la mirada, hasta que bajabas a la estación más próxima, te parabas y mordisqueabas mi piel hasta que me dejabas con las ganas, y continuabas la ruta. Y es recordarlo y querer inmortalizarlo en mi achacada memoria, débil ante el hartazgo, el fastidio y la imposición de un matrimonio que no quiero conceder. Un baile de salón que mis pies no quieren brindar. No quiero ser la transición tonta para un ser energúmeno que no me supiera ni complacer ni cuidarme, ni quererme, ni amarme, sino sencillamente un “traspaso de bienes familiares” para los chanchullos de clases y el poder. “No quiero ser un objeto, ni un florero… antes prefiero la guillotina.” Paro en seco, y me percato de que me estás observando: es el retrato que te hice hace años. El día en la playa, tú corriendo hacia mí con una sola chancla… Y ahí oculto lo tengo, detrás de la puerta, para que sólo yo te pueda ver.

Mis ensoñaciones vagan por la estancia. Y me relamo por un segundo pensando en la escena del baño. Sentados encima del retrete, agarrotados de pasión, pero con la desidia bajo control, y tu sexo más erótico, desbocado. Y me desparramo de nuevo entre los almohadones, pensándote, poniéndote cochino con cada verso que esculpiste conmigo cada noche; arqueándote conmigo como un junco adunco, torcido por cada gemido que quería escapar de mí, con cada embestida que bebí de ti. Y oírnos en estéreo con cada uno de los gimoteos sordos que se acumulaban en nuestras gargantas, como un blastodermo desenfrenado de ti y de mí, colgados de la peor droga: nuestros cuerpos.
Y me disgusto después al abrir los ojos y ver que todo es sólo producto de lo tanto que se dejó llevar mi imaginación por tu ser. Por ese porte profesional de la quimera más pecaminosa, de la exquisitez más deliciosa que caté…Eres el trampantojo más ilusionista que conozco. Y se me nubla el tiempo pensando de nuevo en eso, “otra vez”.

          -¡Otra vez que te pienso y no sé qué hacer!

Si pudiera no tener que esperar hasta el invierno que viene para volverte a ver, sólo por escucharte decirme “hola” cuando me ves. “Tal vez…, tal vez sería lo mejor que podría ser”. Me entra un escalofrío; parpadeo y vuelvo de mis ensoñaciones,…otra vez. Recojo nuevamente la pluma y acabo el poema que quería dedicarte. Y, escribiendo con una tinta bermellón, casi escarlata, que si tú fueras mi “ojalá”, las tornas cambiarían, y mi boca se acostumbraría a evocarte; y que si yo fuera tu “tal vez”, tal vez no sabría esconder lo que realmente siento por ti.



Pro-po-siciona... El Khristos
- PROsa
-Tema amor prohibido
-Personajes: “Alguno de nosotros”

Y el resto proposicionamos:


• Shiro: (continúa para la siguiente)

• Æ Schumacher: empadronamiento, calamidad, consentimiento

• Rafael: carric, adunco y blastodermo

• El Khristos: hola, chancla, cochino

• Mirlord: dramaturgo, trampantojo e hipocresía

• Ratonsín: (continúa para la siguiente)

• RaweRavenclaw: guillotina, transición, cuentagotas

• Kella: (continúa para la siguiente)

• Errose: hartazgo, desidia, escape

• JC: impropio, erótico, cabalgar

• Akasha: retrete, profesional, estéreo

• Teima Yolape: (continúa para la siguiente)

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