«No me dudes»


A un palmo entre duda o dedo
estuvo pensándoselo de nuevo,
al otro lado, entre sien y sien, sólo pelo.

«Siéntelo», dijo.
«puro metal ácido que te corrompe
pero lo hará por un buen motivo,
recuérdalo, cariño.»

El sudor se hiela en el recorrido
entre la decisión y el mal trago,
agravios y colirios, vive fruncido.

«No me dudes»,  dijo mientras me sonreía.
El minutero corría; el segundero temblaba.
No sentía, «ni debía»,
me dijo a punta de pistola, mientras sonreía.

Pagué el billete de ida al infierno
según condecoraban mis acciones, cada vez menos,
el gatillo disparó; olí mi culpabilidad desde lejos.

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