«No me dudes»
A un palmo entre duda o dedo estuvo pensándoselo de nuevo, al otro lado, entre sien y sien, sólo pelo. «Siéntelo», dijo. «puro metal ácido que te corrompe pero lo hará por un buen motivo, recuérdalo, cariño.» El sudor se hiela en el recorrido entre la decisión y el mal trago, agravios y colirios, vive fruncido. «No me dudes», dijo mientras me sonreía. El minutero corría; el segundero temblaba. No sentía, «ni debía», me dijo a punta de pistola, mientras sonreía. Pagué el billete de ida al infierno según condecoraban mis acciones, cada vez menos, el gatillo disparó; olí mi culpabilidad desde lejos.