A la caza de las páginas perdidas

Lo observaban desde lejos. Lo llevaban siguiendo un largo rato. El tipo andaba confiado, sabiendo lo que buscaba. Dio un par de caladas a su cigarrillo y estiró el mapa que llevaba entre manos para cerciorarse de que no perdía el rumbo. Señaló, asintiendo para sí mismo que estaba en el camino correcto y volvió a guardar el mapa en su mochila de aventurero. Miró a su alrededor y echó un vistazo escudriñando la mirada hasta que hizo contacto visual con aquello que lo observaba.

ー¡Corre, que nos ha visto!

ー¿Estamos en problemas?

ー¿Eres un libro de matemáticas?

ーEh… ¿No?

ーPues corre que nos atrapa. Y el señor Salinger nos advirtió que nos andaba buscando, que no nos dejásemos atrapar.

ーPero, ¿y si nos atrapa?

ーNo le digas tu nombre, somos anónimos, ¿vale? No existimos. En el olvido deberíamos estar... y estaremos. ¡Acelera que nos atrap…!

ーAjá, aquí estáis.

ー¡Atrás, Marías! Salinger no quiere que nos saques a la luz, déjanos vivir tranquilos. Pasa página y búscate otra cosa que atrapar.

ーCalla un poco, que para ser un buen libro, hablas mucho. Deja que hablen más de ti que tú de mí.

ー¡Que me sueeeeltes o te corto con las hojas!

El joven escritor se rió mientras guardaba los libros en la mochila.

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