Dime, ¿adónde vamos?

Es pecado lo sé. No vine a rezar, ni a rezarte a ti.
No vine a eximirme, tampoco quería venir.
Pero aquí estamos: tú enfrente de mí.
No se trata de pulverizarnos, ni de escucharnos
Sólo quería mirar por última vez a esos ojos en los que creí
que podía mecerme, en los que podía apaciguar mil años:
desvivir sabiendo que no me harían daño.
Me equivocaría otra vez, sueño demasiado.
Y sin embargo, seguimos aquí
Yo ya no veo tu resignación, noto tu respiración
no vamos armados,
son mundos separados que creímos que se unían en algún lado.
Notamos los puñales clavados, los dobles filos que nos hablaron.
Añoramos voces que imaginamos cerca cuando nos vaciábamos llorando.
Son lágrimas lo que asoman por mis plomizos ojos grisáceos,
es ira la que contiene un grito de asco,
No te apuntaba a ti; mi reflejo estaba lastimado
sólo sé que te escucho a cada rato y tiemblan mis manos
por eso dejo escapar a los pájaros e inundo mi cabeza con los cascos
cuanto más alto, más siento que estoy flotando.
Y podré por fin saber que cesarán por un rato.
Y podré ayudar a aquellos seres que por su culpa no descansaron.
Así que me vuelvo a ver reflejada en esos pedazos:
¿Hasta dónde quieres llegar?
Su respuesta me da igual.
Yo sé que aguanto.

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