Ojos que no ven... ironía de la vida.

No parece que doliera,
dijo firmemente mientras vendaba mis ojos.
Llovía el ocaso sin dejar posdata.

No parecía que quisiera confesarlo,
pero acurrucó en mi regazo las palabras que no quería oír,
y las escuché sin reprochar; las entendí sin contestar.

No quisimos que volviera,
nos refugiamos en esos paradigmas tenues
de versos sin rima, de silencios en la noche.

Cubría el manto del miedo mis heridas,
pero no quise colirio para las infecciones; sólo manché de gris aquellos soles
que borrosos ploraron por explicaciones.

Gogh no pintaba gualdo en mis sonrisas.
Así que quedaron cenizas en las cornisas de los labios
y nostalgia en el punto de mira.


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