55 años de muro

« ¿Y si el final de mi mundo es el principio de otro? Tengo la duda». Tras estas grandes cadenas mentales, que tienen aprisionados a mi pueblo, al barrio, ¿existe otro universo? Prometió un mundo mejor... Paz, calma, hemos de conseguir nuestros objetivos... « ¡Viva la revolución!», y todo eso. Yo quiero paz totalmente, no a cachos. Pero no se consigue. Son revueltas de revueltas; una especie de Guerra fría americana que te hiela la sangre al pensarlo...
Oigo en la radio noticias de un muro que cae: ‹la caída del Muro de Berlín›.  Hablan de la noticia con entusiasmo, y yo ajeno a todo eso, me alegro por la gente, por el hecho de que se haya derribado un muro que para mí ha sido siempre uno cualquiera, desconocido, distinto al que cada día al ir a dar una vuelta por el barrio veo, «o creo ver». Ahí plantado, sin más. ¿O es mi mente el que lo construye? Y años después se derruye. Siento un cosquilleo al pensar que « ¿es tan fácil, tras unos años, derribar un muro que te obstruye el contacto con quienes hay detrás de él?». Un pico, una pala, ganas, rabia, odio...todo hace falta. Ese pensamiento, ese fin de querer llegar al otro lado...te carcome y te vuelve loco. Loco de atar, de no poder pararte ninguna fuerza humana, salvo un «puñetero muro. Eso es el obstáculo indestructible. Pero mi muro no es material, es extraño. Es un muro mental, que nos tiene encarcelados por no sé qué deuda... Nos tiene amarrados a un puerto inexistente que nos retiene y no nos deja navegar. « ¿Por qué es de esta manera? No lo entiendo».
Escucho atentamente cada palabra del comentarista, pero sólo me quedo con una frase: «...o el nacimiento de una nueva era». De aquí, dos palabras me hacen pensar, nueva era. ¿Qué es nueva era? ¿Un término comúnmente utilizado cada vez que se derriba un muro? Si es así, me gustaría oír esas dos palabras -juntas- cuando este muro maldito cayese. Pero, mientras tanto, lo seguiré contemplando, bueno, seguiré reflexionando sobre éste. De pronto, alboroto. No me resulta extraño, hay incluso revueltas internas... «Este país es un caos».
v   
¿Por qué tengo esperanzas de encontrar vida humana al otro lado? Cuando nací, nadie me explicó cómo iba el hecho de que hubiera un muro en medio de algún lado, un muro que no es ni físico, sino más bien económico. Es un aislamiento económico lo que nos tiene parados hoy aquí. Tampoco es que preguntara... pero aún así, lo deberían contar, ¿no? Un aislamiento por una deuda y un paso erróneo del que dijo que hurra por la revolución. Un error que nos costó caro; y ahora, no lo quieren arreglar, puesto que esto es así.
Teniendo los diecisiete, y con un puñado de amigos -que se pueden contar con los dedos-, convivo el día a día preguntándome que si hay gente al otro lado de este muro psicológico, ¿no se enteran de que existimos? «No estamos en el triángulo de la Bermudas, todavía. Así que deberíamos existir, aunque sea en un mapa. Estamos localizados. Y lo sé. Que no me hagan creer que no existimos, porque, aunque a los ojos de los vecinos del norte, no existamos o seamos un mero estorbo, un grano en el culo, sé que soy, somos y sufrimos». Usnabi, mi mejor amigo, dice que no quieren enterarse. Yo titubeo y le miro siempre de reojo. « ¿Cómo no van a querer enterarse?», pero es verdad, ciegan sus oídos y, sordos como tapias, miran para otro lado.
Mi vida hasta ese entonces siempre discurrió entre muros: mi amigo  Usnabi me ponía barreras orales sobre temas muy variados con las que nos entreteníamos hablando; con Odlainer, saltábamos los muros de casa en casa practicando el poco parkour, y con Leydi, «eso era más complicado...».
-¿Qué escondes?
-Nada, ¿qué voy a esconder?- mira a otro lado mientras sonríe.
-¿Miedo?- le miro alzando una ceja.
-Si escondiera miedo, ¿no crees que el perro de Odlainer lo hubiera olido, y nada más olerlo, me habría ladrado?
-Puede ser...-«Esta chica nunca deja de sorprenderme y de pillarme. Siempre con las palabras justas. No se le va una...».
Unos minutos de silencio y miradas al horizonte, y de pronto comenta bajo la influencia del cansancio, en un suspiro « ¿cómo sería salir de este país y conocer a aquellos que nos odian?».
-¿Perdona?
-¡Ah! Nada...- agita la mano como intentando airear un olor desagradable,-...sólo hablaba en alto- la frase, se deja caer en el ambiente tan inquietante que generalmente se crea entre ella y yo.
«Leydi es un bicho raro, una mente privilegiada que, con el poco dinero que tienen sus padres, no podrá salir del país para disfrutar del mundo». No habiendo dinero fluyendo en el mercado, tampoco es que se pueda ir a ningún lado. Aislamiento por el error de otro, ¿y se nos condena a nosotros? Condenan al país, ¿¿al país entero?? «No lo entiendo... Y me pregunto yo, ¿habrá algún estadounidense preocupándose por la grave situación que existe? Habrá, pero no se manifiesta».
-¿Qué escribes en ese cuaderno?- señala al cuadernillo que llevo en el bolso trasero de mi pantalón.
-La vida misma, supongo...
-¿Puedo leerlo?
-¡Por qué no!-y se lo entrego en mano.
«El del malecón, que me separaba de un mundo del que solo había escuchado el horror. El muro de la escuela donde estudiaba cuando Alemania se reunificó. Una larga tapia detrás de la cual se escondían los vendedores ilegales de dulces y golosinas. Casi dos metros de ladrillos superpuestos que algunos colegas saltaban para escapar de unas clases, tan adoctrinadas como aburridas. A eso se le sumaba el muro del silencio y del miedo. En casa, mis padres se llevaban el dedo a los labios, hablaban en voz baja… algo pasaba, pero no me decían el qué [...]».
- Curioso...pero aburrido-espeta. Me sorprendo y le miro a los ojos.
-¿Cómo que...curioso, pero aburrido? ¿Qué es aburrido, la realidad?
-Eso no Danyer. Es la historia. Odlainer y Usnabi la tienen parecida... ¿os habéis copiado unos a otros y os creéis unos poetas? Aburrido.
«A ver, sinceramente, no es mío  el escrito. Es de Yoani Sánchez, una periodista cubana que me encanta y critica de la realidad de nuestro país. Pero, si me gusta copiarle las ideas, -sabiendo que son ciertas-, ¿qué más da que lo mismo me da?». Pero ella se empieza a reír a continuación, «no es tan dura, sólo bromeaba», me da a entender.
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«En noviembre de 1989 cayó el Muro de Berlín. En realidad lo tumbaron, a golpe de mandarria y punta de cincel. La emprendieron contra él, los mismos que semanas atrás parecían obedecer al Partido Comunista y creer en el paraíso del proletariado», comenta unos meses más tarde, en la misma emisora internacional de radio, el comentarista habitual.
La noticia llegaría lenta y fragmentada hasta nosotros, como diría Yoani. «El oficialismo cubano trató de distraer la atención y restarle importancia al asunto; pero los detalles se iban colando poco a poco».
«Los berlineses se despertaban con el ruido de los martillos y los cubanos descubríamos que el futuro prometido era pura mentira». Yoani dice y yo escribo en mi cuadernillo.
Veo aparecer de entre los arbustos a Leydi. Viene llorando y yo rápidamente me levanto del suelo, guardándome el cuadernillo y el bolígrafo en el bolsillo del pantalón. « ¿Leydi, qué te han hecho ésta vez?». Leydi según analizo muy frecuentemente tiene problemas en casa, económicos como problemas en sí, y hay a veces que su padre se pasa con ella, llega con la cara llena de moratones a clase, y nadie se preocupa. «Y me fastidia un montón». Tanto ella como yo sabemos que la típica pregunta de Estás bien, no tiene sentido en ningún momento cuando un amigo o cercano a ti está llorando a lágrima viva, así que sólo la apertura de mis brazos y el choque y derrumbamiento de ella en mis brazos, basta para decir -sin palabras-: Tranquila, estoy aquí.
Sólo intento calmar sus sollozos y pronto para de llorar. Leydi se enjuaga las pocas lágrimas que le quedaban en los ojos con las mangas de su camisa, y más tarde fija sus ojos en el horizonte. «Ya está preparada para formular palabra».
-Ambos sabemos que esto no es nada nuevo...- hago una pausa porque lo que vaya a decir a continuación se puede interpretar erróneamente- ¿...y ahora qué?
-No ha pasado nada, siempre lloro y sabemos que no es una novedad.- Suspiro, «ella es así».
-Deja de construir el muro entre tú y yo, sólo quiero ayudarte y no te dejas. ¿Cómo pretendes, eso, ayuda externa si no te dejas? No dejas a nadie y así nadie nunca te ayudará. Tengo bastante con el muro mental que nos han impuesto, con el muro oral de Usnabi- «Usnabi esconde también sus secretos, pero él, si los dijera, un día de estos, desaparecería misteriosamente y nunca volveríamos a verlo, y no quiero eso. Por eso, ni me esfuerzo en sonsacarle los misterios que oculta»-, y tampoco es que me baste con todos los muros que salto con Odlainer.
-Pero Odlainer está empeñado en que cada vez que salta un muro, se acerca más a la libertad. Cree en ello. Un muro saltado, una libertad. Un objetivo menos-.
Leydi parece irritada por mi comentario. Frunce los labios y mira para otro lado.
-¿Qué quieres?-se vuelve hacia mí, su mirada me penetra. Esos ojos desolados y tristes que siempre tiene, me perturban.- ¿quieres que te diga que sí? Si ya lo intuyes, ¿para qué darte esa satisfacción? Me niego.- se agarra de las piernas y se encoge de hombros. No sé qué hacer, « ¡y no es por complacerme!»- Además...aún contándotelo, no podrías hacer nada. Y lo sabes.-«Cierto, lo sé».
Pasamos un largo rato en silencio perdiendo la vista en las nubes. Se me ocurre sacar el cuadernillo para apuntar una reflexión que se me acababa de ocurrir sobre Leydi, y ella comenta la noticia de la radio. «Un gran tema de conversación», nos pasamos lo que queda de tarde hablando y comentando, argumentando nuestras ideas sobre la noticia. Después ella comenta algo así como: al menos ellos ya no tienen muro. Asiento con un breve , desviando la atención e imaginándome el supuesto muro invisible, económico y perjudicial que está presente cada día, aquí en Cuba. Pero es extraño, ¿por dónde se dibuja el muro? ¿Cuál es su ruta? «Ni idea».
-Sabes...me parece un poco patético que siendo nuestro muro algo no físico y el suyo, material, no podamos derruirlo tras tantos años, ¿cuántos vamos ya?
-No sé...perdí la cuenta hace tiempo...
v  
Pasará un cuarto de siglo y nuestro muro no habrá caído aún… «Y eso lo sé»... pero no es eterno, y algún día, caerá también, junto con todos los muros que conozco, «eso espero», y espero sentado, mirando al horizonte junto con Leydi, y a los lados, Usnabi y Odlainer.

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