El Renacido inflamable

El público creyó que se arrepentiría, pero tras unos cuantos pasos hacia atrás, cogió carrerilla y sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo decidió saltar. No importaba que el peldaño fuese más alto de lo que pensaba; tampoco que en su salto no llegase al otro lado de pie y cayera en el intento. Todos esperaban que se derrumbase en la primera de cambio. Pero no fue así. Al menos tenía en mente no darles el beneplácito de su derrota.

Alargó sus brazos con decisión viendo que caía al vacío y se dijo así mismo que ese día no caería. Su mano logró alcanzar el borde del siguiente escalón, y aunque se le agrietasen los dedos y se le quebrasen las uñas al rasgar para mantenerse clavado, se aferró con decisión. Y cuando estuvo seguro del anclaje hizo lo mismo con la otra mano.

"Un último esfuerzo",

se quejó casi gritándose mientras se impulsaba sólo con la fuerza de sus escuálidos brazos ya magullados de luchar por quien no se lo merecía y no por sí mismo.

"Hoy no caeré",

se repitió y como a un clavo ardiendo tensó sus brazos para luchar y escalar esa escalera que se estaba riendo de él, de su lucha de sus esfuerzos.

"No caerá esa breva".

Y para cuando estaba a punto de conseguirlo apareció a quien menos esperaba en su camino: sus ojos como platos hicieron flojear sus fuerzas. Y en esas décimas de segundo cruciales para confirmar que estaba en tierra firme y había cruzado al otro lado victorioso, dudo. Craso error se le paso por la cabeza.

"¿Tú...?",

el sujeto que tenía enfrente se rió de ese momento de duda que firmaba su derrota. Lo empujó con la suela del zapato y éste se cayó hacia atrás atónito de no entender por qué tras tanto esfuerzo, sólo una única persona podía echar todo a perder.

Sentía que caía al vacío, el aire que su cuerpo producía abismo abajo se lo confirmaba. Empezó a escuchar las mofas de esa masa gris heterogénea que había dejado atrás después del salto. Y la sonrisa de aquel sujeto se quedó grabada en sus ojos. Sintió que se le hundía el mundo en sus entrañas, que se retorcían todas las emociones y los sentimientos encontrados que había callado mucho antes de saltar.

Un ramalazo de dolor, que recorrió como un relámpago todo su cuerpo, le hizo entumecerse. El golpe era inminente, no dejaba de pensarlo; el escalón comenzaba a ser algo inalcanzable desde tan abajo. Comenzó a surgirle unos calores casi de infierno. Le dolía la espalda y sentía que algo iba a implosionar dentro de sí. Su cabeza le daba vueltas y las mofas ya se habían hecho sinfonía. Aquella mirada de prepotencia desató algo que todavía no identificaba bien pero eso no importaba.

"No - Voy - A - CAEEEEER",

gritó entonces lleno de ira. De su espalda casi gélida por la caída estallaron ramalazos de fuego y de ella surgieron dos grandiosas alas de fuego que lo envolvieron como en una almendra mística de puro fuego. Y con el estallido, un gran colapso de luz lo hizo caer todavía más abajo, disparando hacia el lado contrario una luz llameante que dejó ciegas a las mofas y a la mirada de superioridad. Rompió los escalones que empezaron a desquebrajarse hacia el vacío.

Las Mofas y la Superioridad se asomaron al vacío tras desaparecer aquel halo de luz: sólo veían humo y niebla. Sonrieron. Pero un agudo pitido les penetró los oídos. De repente surgió del abismo el joven alado con la determinación en los ojos. Voló tan alto que alcanzó el cenit del firmamento. Ignoró cualquier escalón, aunque no quedaba nada de la escalera.


Hace mucho tiempo alquien le dijo que sería ese pasamanos para poder subir la escalera. Pero nunca fue un apoyo. Hace mucho más los pasamanos se convirtieron en peldaños y escaleras. Y hace menos entendió que si hay una escalera con peldaños imposibles, mejor es sobrevolarlos que intentar saltarlos.

Porque los que renacen de las cenizas no van andando, sino volando.
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