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Ansiaba que llegara de su larga travesía tanto como ver un anochecer de eclipse estelar en la Estepa de las Auroras. El reloj de sémola dejaba caer en cascada sus granos; pasaban los momentos y las hormigas que dicen que te recorren la espalda por el entusiasmo no dejaban de repiquetear sonoras y plasmar mis mayores deseos por verla regresar. Estaba apuntado en el telón albo de la sala de pensar: hoy era el mejor día de toda la Nova. Hoy era un día insólito en las vidas de muchas criaturas como yo que buscan, en el reencuentro con aquéllas que se fueron largas estaciones en búsqueda DEL mejor hallazgo, la reconfortante respuesta a todas las inquietudes vitales de un Sextus.

Repiquetearon las campanas y el faro giró 480º con un haz de color del regreso. Supe que me exalté de emoción porque el camaleónico dodo que me acompaña en mis aventuras se desvirtuó del susto; oía sus quejidos detrás de mí. Pero no podía aguantar más y bajé las escaleras del enorme habitáculo del que se podía ver la aldea iluminada, viva, toda ella se dirigía a las Amarras. Encalló el gran buque Kalendas y de él bajó la esbelta figura que representaba la sabiduría, el paso del tiempo se dejaba notar en sus hundidas arrugas. La distinguida figura de una heroína justa que lucha por los imposibles y que me acunaba en los días de tormenta. El pueblo se abría ante mi paso ligero, me aplaudían y sentí que no podía aguantar más. Supe que me veía luchar entre la muchedumbre por encontrarme con ella, se la notaba en ese porte firme y contenido, pero maternal que pintaban su mirar. Nada más llegué ante ella exhausto,  me señaló con un leve movimiento de cejas y media luna de sonrisa el empaquetado que sostenía entre manos. Lo envolvían paños de telas de pétalo.
—Son de jazmines jugosos que encontré más allá de la Nebulosa llorona— musitó cantarina.

Mis ojos hacían chiribitas como cuando observo los farolillos muy de cerca, y mi cara experimentó en lo que dura un beso de mariposa un sinfín de emociones que concluyeron en lágrimas cálidas cayendo por mis carrillos al oírle decir "es tuyo".

Notaba el apoyo del vecindario a mis espaldas y la tensión del momento por lo que me apresuré a desenvolverlo con suma delicadeza. Y al abrirlo, no pude más que gimotear costosamente y preguntar si era real. Y Wawa Fugit me contestó complaciente:

—Es un año más para tu colección vital, cariño.— Y sin decir palabra, se agachó hacia mí y me abrazó, y lloré agradecido. Wawa Fugit me besó dulcemente en la frente. —Sabes que siempre volveré a casa por tu cumpleaños.



Mis felicitaciones a todas las personas que cumplen años un 29 de febrero.

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