Hay susurros que traspasan mi taladrada cabeza, que arrastran mareas cargadas de mierda y no me dejan dormir. Ruidos que necesitan espantar los pájaros de mi cabeza, dejarlos volar fuera. Murmuros calan mi espalda, y no de besos; clavan puñaladas, y no me crean rencor. Y si embargo, no cobro por todos los secretos de los que no se guardan en ningún cajón, que no hay llave que los mantenga bajo control, y las bocas bien cerradas; tampoco suspiros que evaden esas incriminatorias miradas. Recojo sus esquirlas de cristal y las hago verso: como los poemas que nadie lee. Escojo palabras que explotan en mis adentros como bombas de jabón y espuma rabiosa que tanto y profundo sentiré. Necesito burbujas, necesito aliento. Déjame crecer. Siempre he recurrido a los acordes de un acordeón mudo, por no percibir el silencio he querido descartar miedos, y me he quedado sin esperanza en el inframundo, he alejado a un elenco que me desgarraba, he querido quedarme loca. Y si he de es