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Como brisa de verano.

[...]

¿Adónde mirarán las esperanzas?, se preguntaba cada vez con más frecuencia. El cielo era precioso aquel atardecer; el ocaso ya indicaba que el día llegaba a su fin, pero las vistas eran perfectas. Parecían eternas. Esas nubes rosáceas, que tendían ligeramente al lila desteñido, las aves anidando al lado contrario de hacia donde sus ojos miraban... Era un paisaje tan eterno y relajante como efímero y estresante que inquietaba de lo perfecto que era.

En cualquier momento todo aquello podría dar la vuelta. Se trataba de unos cuantos microsegundos que se irían acumulando arrebujados en la memoria, como un recuerdo que, si había suerte, recordaría alguno de estos días, si la edad se lo permitía.

No obstante, lo importante en ese instante era captar la esencia del momento: disfrutarlo. Sentía que sería la última vez que veía aquella atmósfera; parecía como si la naturaleza hubiese decidido pintar un lienzo detallado, sublime y exclusivo sólo para que sus ojos lo admirasen.

No pudo contener las lágrimas mientras en sus pupilas se reflejaban el pasar pausado de las nubes y el cielo teñido de una mezcolanza de colores pastel agradables a la vista. En el ambiente se palpaba esa sensación de paz interior que olía a petricor. ¿Qué era aquello? Porque no podría ser felicidad plena. No lo sentía así. No estaba feliz, sino algo compungido. Aun así, fuese o no un sentimiento tan puro, sentía que era uno con la naturaleza. Se sentía como brisa de verano, y eso era lo único que quería sentir en esos momentos. Ligereza.

Griselda tenía razón, pensó: hay momentos donde el silencio es mejor que cualquier palabra, e instantes que hay que apreciar en soledad. Y éste era uno de ellos.

[...]

[Parte de proyecto "Escribiendo sobre piedra/ Writing On the Wall"(por Victoria H.C. ©]

L O+ L E Í D O · A Y E R

Maiduti

Se ve luz al final del túnel, se ve, Se ve a Maiduti aclamada por su envés: no la juzgan por su portada, quiere creer. Un nuevo deber en la agenda apuntada. Avanzan los pasos, los logros quedan cerca. Brindemos por los "ligeramente". No saborearemos el oro, pero en bandeja de plata yo se lo pondré. Se ve luz al final del sueño, se ve, del punto y coma duradero, a los tres. El continuará como dolor de barriga: podré decir que lo intenté.  ANTERIOR ["Inktober de Poemas: 4 de octubre: Maiduti"] SIGUIENTE

Buscando.

Me di cuenta tarde. Estaba efectivamente buscándote entre la gente. Tantos datos que me diste de ti y nadie coincide contigo en la calle. Temo siempre por distraerme y encontrarnos sin saber que lo hemos hecho, por eso miro a todos lados, antes de cruzar. Al frente si el semáforo está en rojo. A la muchedumbre si parece inmensa; busco quien destaque de entre la marea. Pero luego me doy cuenta de lo absurdo que todo parece. ¿Se estará dando cuenta alguien de este ridículo que estoy haciendo? Pero si nadie se percata, yo te seguiré buscando.

Hineni

Esa mirada que se esconde entre el cárdigan de tus palpitaciones y los soplos de a quien lanzas corazones es la que me intriga.   Andas siempre sonriente, con unos luceros como la noche observándome ¿qué es lo que pensaron entonces?, me pregunté ¿cuando aterricé sobre esos lunares buscando placer y encontré a dos estrellas fugaces esperando a otro viandante? No lo sé.   Hay satélites ambulantes que buscan dónde resguardarse de una soledad imparable, y buscan ubicarse, orbitando para fijarse en sólo una presencia inapagable como tú.   Pero dudo que estos hilos nos juntasen así que velo por tus sueños, desde tu olvido, y admiro desde otro sitio que esos ojos bonitos, amen a quien amen, encuentren un destinatario fiable. Esto es sólo un mensaje desde un dudoso remitente allá donde te encuentres, si me necesitas aquí estaré.  [ 29 de octubre con: CÁRDIGAN. Aportación de E udyptes] POEMTOBER SIGUIENTE

Nunca la misma; siempre diferente

Inmarcesible Que no puede marchitarse. Siempre el mismo discurso que no marchita, las mismas palabras cansinas, arrastradas, casi automáticas, sin ser románticas, siempre el mismo augurio, las mismas resignaciones prescritas, los mismos focos sobre la misma mirada de ojos: la nostalgia de poder haber sido otro quien se comiese el marrón. De los tiempos donde una se engañaba a sí misma y el reflejo le decía que no, que no eran buenos tiempos para sentir afecto ni pedir cariño, o la herencia, o la querencia en la que siempre se queda, esa estancia de indiferencia, no hay ventanas, sólo espejos y a caminar a tientas. Siempre es el mismo sermón inmarcesible en sus renglones, jugando en los laterales, recortando los bordes, sin ser extremistas opuestos, siempre conociendo las reglas, los juegos sucios, los trucos, temiendo los ases bajo las mangas, los puñales por la espalda. Siempre es el mismo resultado para quien juega en casa. Sin embargo nunca es la misma persona quien ...