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LOS DEMONIOS NO PUEDEN DORMIR

Poco antes de volver a comprobar por quinta vez que en aquella oscura habitación no había nadie y sólo eran estragos de su propia imaginación, escuchó un crujir en el techo y no pudo evitar mirar para arriba. Para su desgracia y ansiedad, no había nada, pero esto le dejó incluso más intranquila de lo que estaba. Notaba cómo todos sus músculos se le tensaban, el sudor recorriéndole la espalda, el corazón desbocado bombeándole sangre al cerebro para intentar pensar con claridad... Y sin embargo, sentía que la cabeza le iba a explotar. Se escuchó a sí misma respirar y le pareció que lo hacía demasiado fuerte: cualquiera le podría escuchar. Olía su propio miedo envolviéndola; no volvió a escuchar ese crujido en el techo pero sabía que estaban cerca. Su poca adrenalina le empujaba a seguir adelante y a no preocuparse más de lo necesario. A seguir porque encontraría la salida de esa angustiosa jungla. Necesitaba salir de allí. Sabía que podría quedarse despierta hasta ver amanecer pero hoy no era su día y pronto sucumbiría al cansancio. Su cuerpo desistió y fue entonces cuando desencadenó los demonios que dormían dentro. La incierta espesura envolvía, oprimía paulatinamente. Olía a miedo por todo su cuerpo y ellos lo sabían... Fue entonces cuando se pronunciaron con sus infernales voces: «no se puede huir del miedo si el miedo te atrapa primero

 

L O+ L E Í D O · A Y E R

Maiduti

Se ve luz al final del túnel, se ve, Se ve a Maiduti aclamada por su envés: no la juzgan por su portada, quiere creer. Un nuevo deber en la agenda apuntada. Avanzan los pasos, los logros quedan cerca. Brindemos por los "ligeramente". No saborearemos el oro, pero en bandeja de plata yo se lo pondré. Se ve luz al final del sueño, se ve, del punto y coma duradero, a los tres. El continuará como dolor de barriga: podré decir que lo intenté.  ANTERIOR ["Inktober de Poemas: 4 de octubre: Maiduti"] SIGUIENTE

Buscando.

Me di cuenta tarde. Estaba efectivamente buscándote entre la gente. Tantos datos que me diste de ti y nadie coincide contigo en la calle. Temo siempre por distraerme y encontrarnos sin saber que lo hemos hecho, por eso miro a todos lados, antes de cruzar. Al frente si el semáforo está en rojo. A la muchedumbre si parece inmensa; busco quien destaque de entre la marea. Pero luego me doy cuenta de lo absurdo que todo parece. ¿Se estará dando cuenta alguien de este ridículo que estoy haciendo? Pero si nadie se percata, yo te seguiré buscando.

Hineni

Esa mirada que se esconde entre el cárdigan de tus palpitaciones y los soplos de a quien lanzas corazones es la que me intriga.   Andas siempre sonriente, con unos luceros como la noche observándome ¿qué es lo que pensaron entonces?, me pregunté ¿cuando aterricé sobre esos lunares buscando placer y encontré a dos estrellas fugaces esperando a otro viandante? No lo sé.   Hay satélites ambulantes que buscan dónde resguardarse de una soledad imparable, y buscan ubicarse, orbitando para fijarse en sólo una presencia inapagable como tú.   Pero dudo que estos hilos nos juntasen así que velo por tus sueños, desde tu olvido, y admiro desde otro sitio que esos ojos bonitos, amen a quien amen, encuentren un destinatario fiable. Esto es sólo un mensaje desde un dudoso remitente allá donde te encuentres, si me necesitas aquí estaré.  [ 29 de octubre con: CÁRDIGAN. Aportación de E udyptes] POEMTOBER SIGUIENTE

Nunca la misma; siempre diferente

Inmarcesible Que no puede marchitarse. Siempre el mismo discurso que no marchita, las mismas palabras cansinas, arrastradas, casi automáticas, sin ser románticas, siempre el mismo augurio, las mismas resignaciones prescritas, los mismos focos sobre la misma mirada de ojos: la nostalgia de poder haber sido otro quien se comiese el marrón. De los tiempos donde una se engañaba a sí misma y el reflejo le decía que no, que no eran buenos tiempos para sentir afecto ni pedir cariño, o la herencia, o la querencia en la que siempre se queda, esa estancia de indiferencia, no hay ventanas, sólo espejos y a caminar a tientas. Siempre es el mismo sermón inmarcesible en sus renglones, jugando en los laterales, recortando los bordes, sin ser extremistas opuestos, siempre conociendo las reglas, los juegos sucios, los trucos, temiendo los ases bajo las mangas, los puñales por la espalda. Siempre es el mismo resultado para quien juega en casa. Sin embargo nunca es la misma persona quien ...