LOS DEMONIOS NO PUEDEN DORMIR

Poco antes de volver a comprobar por quinta vez que en aquella oscura habitación no había nadie y sólo eran estragos de su propia imaginación, escuchó un crujir en el techo y no pudo evitar mirar para arriba. Para su desgracia y ansiedad, no había nada, pero esto le dejó incluso más intranquila de lo que estaba. Notaba cómo todos sus músculos se le tensaban, el sudor recorriéndole la espalda, el corazón desbocado bombeándole sangre al cerebro para intentar pensar con claridad... Y sin embargo, sentía que la cabeza le iba a explotar. Se escuchó a sí misma respirar y le pareció que lo hacía demasiado fuerte: cualquiera le podría escuchar. Olía su propio miedo envolviéndola; no volvió a escuchar ese crujido en el techo pero sabía que estaban cerca. Su poca adrenalina le empujaba a seguir adelante y a no preocuparse más de lo necesario. A seguir porque encontraría la salida de esa angustiosa jungla. Necesitaba salir de allí. Sabía que podría quedarse despierta hasta ver amanecer pero hoy no era su día y pronto sucumbiría al cansancio. Su cuerpo desistió y fue entonces cuando desencadenó los demonios que dormían dentro. La incierta espesura envolvía, oprimía paulatinamente. Olía a miedo por todo su cuerpo y ellos lo sabían... Fue entonces cuando se pronunciaron con sus infernales voces: «no se puede huir del miedo si el miedo te atrapa primero

 

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