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Muere o mata (V): Profundidad

Sólo se oía un pitido constante, mientras el agua seguía subiendo y la trampilla no daba opción de salida. Continuaba llenándose y el espacio se reducía a cuatro paredes de alboroto y desasosiego. No podía pensar más despacio de lo que quería. El bullicio del rededor no facilitaba el juicio, y empecé a perder ese estado inducido de “todo va bien” cuando nada iba bien. El agua subió hasta la rodilla y ya la gente no corría, sino que se les oía patalear y gritar cada vez más alto y más fuerte, los berridos y las dificultades de moverse imposibilitaban pensar. Me temblaban las piernas. La trampilla chirriaba con dentera pero no se abría ni con dos personas aupadas, una de ellas ahogándose por conseguir nada. Me zarandearon el cuerpo, me empujaron al no reaccionar, me daban por muerto, me culpaban, alguien me pegó un tortazo y al no reaccionar, se me encabronó más, pero desistió y se fue a gritar a otro. Yo no miraba a quien tenía que mirar, sabía que sangraba de la ceja; las gotas confirmaban la herida, y el salado olor a agua y miedo ardían sobre mis poros. Pero no podía pensar con claridad. El agua ya llegaba a la mitad de nuestros cuerpos y nadie quería flotar. Empezaba a aplicarse la Ley del más fuerte: y nadie quería cargar con la culpa, y nadie quería ayudar a nadie. Se empezaron a ahogar unos a otros por respirar más. Entre la confusión y mi colapso mental, se oyó el tono de nuevo mensaje en el bolsillo de mi camiseta y no dudé:
» Nuevo mensaje«: ¿D ó n d e    e s t á n    l a s    l l a v e s?
 
Hinché mis pulmones al sentir el agua en mi cuello y la pantalla del teléfono me mostró un punto y coma y un cierre de paréntesis, antes de cortocircuitar, sumergiéndose conmigo al fondo del mar.

[…]

L O+ L E Í D O · A Y E R

Maiduti

Se ve luz al final del túnel, se ve, Se ve a Maiduti aclamada por su envés: no la juzgan por su portada, quiere creer. Un nuevo deber en la agenda apuntada. Avanzan los pasos, los logros quedan cerca. Brindemos por los "ligeramente". No saborearemos el oro, pero en bandeja de plata yo se lo pondré. Se ve luz al final del sueño, se ve, del punto y coma duradero, a los tres. El continuará como dolor de barriga: podré decir que lo intenté.  ANTERIOR ["Inktober de Poemas: 4 de octubre: Maiduti"] SIGUIENTE

Buscando.

Me di cuenta tarde. Estaba efectivamente buscándote entre la gente. Tantos datos que me diste de ti y nadie coincide contigo en la calle. Temo siempre por distraerme y encontrarnos sin saber que lo hemos hecho, por eso miro a todos lados, antes de cruzar. Al frente si el semáforo está en rojo. A la muchedumbre si parece inmensa; busco quien destaque de entre la marea. Pero luego me doy cuenta de lo absurdo que todo parece. ¿Se estará dando cuenta alguien de este ridículo que estoy haciendo? Pero si nadie se percata, yo te seguiré buscando.

Hineni

Esa mirada que se esconde entre el cárdigan de tus palpitaciones y los soplos de a quien lanzas corazones es la que me intriga.   Andas siempre sonriente, con unos luceros como la noche observándome ¿qué es lo que pensaron entonces?, me pregunté ¿cuando aterricé sobre esos lunares buscando placer y encontré a dos estrellas fugaces esperando a otro viandante? No lo sé.   Hay satélites ambulantes que buscan dónde resguardarse de una soledad imparable, y buscan ubicarse, orbitando para fijarse en sólo una presencia inapagable como tú.   Pero dudo que estos hilos nos juntasen así que velo por tus sueños, desde tu olvido, y admiro desde otro sitio que esos ojos bonitos, amen a quien amen, encuentren un destinatario fiable. Esto es sólo un mensaje desde un dudoso remitente allá donde te encuentres, si me necesitas aquí estaré.  [ 29 de octubre con: CÁRDIGAN. Aportación de E udyptes] POEMTOBER SIGUIENTE

Nunca la misma; siempre diferente

Inmarcesible Que no puede marchitarse. Siempre el mismo discurso que no marchita, las mismas palabras cansinas, arrastradas, casi automáticas, sin ser románticas, siempre el mismo augurio, las mismas resignaciones prescritas, los mismos focos sobre la misma mirada de ojos: la nostalgia de poder haber sido otro quien se comiese el marrón. De los tiempos donde una se engañaba a sí misma y el reflejo le decía que no, que no eran buenos tiempos para sentir afecto ni pedir cariño, o la herencia, o la querencia en la que siempre se queda, esa estancia de indiferencia, no hay ventanas, sólo espejos y a caminar a tientas. Siempre es el mismo sermón inmarcesible en sus renglones, jugando en los laterales, recortando los bordes, sin ser extremistas opuestos, siempre conociendo las reglas, los juegos sucios, los trucos, temiendo los ases bajo las mangas, los puñales por la espalda. Siempre es el mismo resultado para quien juega en casa. Sin embargo nunca es la misma persona quien ...