Sor Cari
Amanecía el día como cada mañana, tras una tormenta de verano que había refrescado los cielos, y los primeros halos de luz ya asomaban por la ventana del monasterio, como fieles feligreses despertadores. A lo lejos el gallo afónico del vecino de la granja ecológica proyetaba su fuerte sonido para despertar a todos los entes existentes, habidos y por haber. Se oyeron los primeros bostezos de la mañana por entre las habitaciones individuales. Ya se ponía en marcha todo el regimiento: "¡sotaaanaaaas y faaaaldoooones, arribaaaaa de los colchooooneees!", gritaba la Sorora Superiora mientras zarandeaba un becerro, regalo del vecino de la granja, mientras iba llamando a las puertas de cada comuna de habitaciones y habitaciones individuales. "Pescaderas arribaaaa, a por los paneeees de cada díaaa", y salieron en tropel un grupo de monjas provistas con enormes cestos con mango extensible de madera y rejilla, listas para realizar su función. "Cuanto más tempraaaano, más rico es el pan que caeee abaaaajooooo", manifestaban las sores distribuyéndose, escaleras arriba, escaleras abajo, y algunas fuera del campanario, dispuestas a cazar los panes que cayeran desde el cielo y preparar el desayuno.
Todo ese alboroto, con faldas y a lo loco que se oía en la zona de atrás sorprendió a una de las monjas botánicas del monasterio. "¿Qué estará pasando hoy, si todavía no son horas de ponerse manos a la obra?", se preguntó en alto como si alguien le estuviera escuchando. Entonces se dirigió muy convencida a su interlocutor: "¿Qué nos picará tanto que vamos volando a todas las alas del convento, sin tener plumas, ni pico, risueño amiguito?". El interpelado, un majestuoso pajarillo que es un su plumaje recogía todos los colores del arco iris imaginables que con el brillo del sol, se convertían en tonos plateados, pío.
"¿Adónde dirigimos la atención y prestancia de nuestras bondades, cuando nos dan los panes?", dejó flotar su duda en el aire. El pajarillo le miraba inquieto y píaba como si le argumentara cada una de las dudas que le preguntaba la monja. Ella le sonreía y seguía podnado las flores y los arbustos del jardín. Atisbó después a ver un enorme moscardón sobrevolar los tomates de la huerta. Y se acercó encantada de ver a su otro amigo comprobar cómo daban fruto, nunca mejor dicho, su tiempo invertido en esa cosecha. "Pero, abejorro, ¿qué husmeas entre los tomates, si lo que a ti te interesa son las lindas flores que majestuosas las cuidamos para tu deleite?", sonrió mientras se agachaba a entablar conversación con el insecto.
Todo ese alboroto, con faldas y a lo loco que se oía en la zona de atrás sorprendió a una de las monjas botánicas del monasterio. "¿Qué estará pasando hoy, si todavía no son horas de ponerse manos a la obra?", se preguntó en alto como si alguien le estuviera escuchando. Entonces se dirigió muy convencida a su interlocutor: "¿Qué nos picará tanto que vamos volando a todas las alas del convento, sin tener plumas, ni pico, risueño amiguito?". El interpelado, un majestuoso pajarillo que es un su plumaje recogía todos los colores del arco iris imaginables que con el brillo del sol, se convertían en tonos plateados, pío.
"¿Adónde dirigimos la atención y prestancia de nuestras bondades, cuando nos dan los panes?", dejó flotar su duda en el aire. El pajarillo le miraba inquieto y píaba como si le argumentara cada una de las dudas que le preguntaba la monja. Ella le sonreía y seguía podnado las flores y los arbustos del jardín. Atisbó después a ver un enorme moscardón sobrevolar los tomates de la huerta. Y se acercó encantada de ver a su otro amigo comprobar cómo daban fruto, nunca mejor dicho, su tiempo invertido en esa cosecha. "Pero, abejorro, ¿qué husmeas entre los tomates, si lo que a ti te interesa son las lindas flores que majestuosas las cuidamos para tu deleite?", sonrió mientras se agachaba a entablar conversación con el insecto.
"Sor Cari, Sor Cari. ¿A ónde andas entre tanta planta?", se oyó decir al otro lado de los grandes matorrales aún sin cortar.
Sor Cari reconoció la voz que la llamaba, no podía ser otra que la pequeña Sor Nana, la hermana más joven d etodo el convento. "Con tus dos patitos, cisnes bellos, ¿cómo es que no me encuentras entre los matorrales y jardines del monasterio?", se sonrió.
"Es que, Sor Cari, eres como una pulga de chiquita. ¡Como para verte!". La joven hermana protestó amigablemente, mientras intentaba no enredarse con las hiedras y matojos que se le enganchaban al pie.
Sor Cari la miró como quien mira a su pupila con la compasión y el cariño que se le puede tener y dedicar a alquien para quien quieres lo mejor, le enseñas los misterios tras las rocas, los anfibios debajo de los nenúfares y los pájaros que sobrevuelan el cielo. "Es hora del desayuno." Sor Cari se gira sorprendida y le pregunta: "¿Ya han recogido el pan de cada día? ¿Dónde ha caído esta vez?". Sor Nana se sonríe y con tremenda confidencialidad se acerca a Sor Cari y la musita: "en el gallinero". Entonces rompen a carcajadas sólo de pensar que a la pobre Sor Dorotea le ha tenido que sentar a cuerno que cayera el pan encima de sus queridas gallinas, con el mal genio que tiene...
"Venga, vayamos al comedor, que nos quedamos sin colación." Y nada más decirlo y sonreír con la alegría de una niña a la que se le ha dado un caramelo del sabor de la generosidad más cándida de Sor Cari, se marcha contenta adentro.
Sor Cari la ve marchar. Se da la vuelta a su pajarillo y se despide.
"Bueno, buen amigo, después del aperitivo te traigo unas dulces migas de pan fresco. A ver si esta vez es de semillas como tanto te gusta...", musitaba mientras me acariciaba gentilmente el cuello, y piaba con regocijo.
Hecho el 20/12/2019.
Chispitas me retó con...
- Formato: Microrrelato.
- Temática: Religiosa.
- Personaje/s: Monja muy bajita y simpática que se llame Caridad, y su pajarillo de colores.
- Escena/s explícitas dentro del relato*: Una noche de tormenta de verano.
- Apodo: Chispitas.
- Fecha límite: Sin límite.
[Para más
retos: ¡RÉTAME!]