¡Hasta los huevos!

Es capuccino el café que besa tus labios al disfrutar de una primavera fría en las terrazas del congelado pueblo;
es roble a lo que huelen los muebles que decoran tu cuarto;
es coraje lo que brota de su ego al enfrentarse al espanto,
es herida lo que lloran sus párpados
y colonia lo que rige su llanto.

Es sepultura lo que tapa al sonámbulo que deambula por entre los charcos;

es cultura lo que corta la prepotencia de los insensatos,
y es respeto lo que nos diferencia de los que nunca tuvieron al enemigo delante desarmado y al que pudo ser amigo, detrás, apuñalando.

Es cuestión de tiempo que el cambio se ponga de nuestro lado;

es reflexión de vientos, los que soplan airados,
es movimiento evolucionista el que verá cómo mutamos.

Es saber envejecer, al lado de quien decidamos.

Es conocer lo que es perder cuando las ruinas viejas derruyamos y saber ganar lo que la puerta deje entrar.

Es color de pinceles secos de tinta mojada de aguas claras las que aclaran las miradas de curiosos y hábiles codiciosos

que se enteran que pueden tripular su propio barco, con su bandera, con su propio canto, con su cojera.
Aferrarse al timón.

Es el grito final y del principio que te libera desde el monte más alto

y te deja decirte: «Al fin sé quién soy».


A mi mejor amigo, el OTOÑO.

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