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Compasión y su encanto (Pixelado mental)

«Hay un sueño...»
Que no consigo quitármelo de la cabeza.
«Hay un sueño...
Que no logro quitarme de la mente».

Cubierto de hojas, una estepa otoñal.
Disuelto y brillante, un bosquecillo.
Belleza por todas partes.

Un bus averiado a lo lejos,
un bar oxidado sin cartel ni señalizado;
un bonito paisaje.

Si entras cuatro parejas y tres personas en grupo,
una chica de mi edad,
su vestido puro, cristalino, azul, claro, tildado de rosa
su estampado de blanca flor;
un bonito vestido.

«Hay un sueño...»
que lo sueño desde hace año, año y medio...
Hay una chica...
«...que me invita a sentarme con ella,
y tomamos un té mientras hablamos...».
No es un antiguo amor, «lo dudo».

Tenía el pelo largo y castaño, tirando a un sedoso marrón
sin mentiras: ella era muy amable y dulce,
¿Una persona a la que quiera?, «no conozco a nadie así».

No era atracción por ella,
era admiración,
me agradaba.

Ella no significaba a nadie,
no simbolizaba nada comercial,
no simbolizaba a nadie en especial...
Si no más bien un sentimiento.
¿Ternura? ¿Nostalgia? Alguien lo sabrá.
«No sé qué pensar»
pero su mirada risueña con el té, esa luz, las hojas...
«las tengo grabadas a fuego en la mente».

Esa chica...
su vestido...
Cándida.
Dulce.
Viva.

«¿Quizás era una parte de mí? No creo»
producto de mis alter ego
de ésos que están muy fijados en la cabeza.
¿Encarnación de la compasión? «No lo sé, de veras».

La definición de cada palabra
codificado en píxeles.
Y atenuadas con tacto.
Compasión y su encanto.
Memorias de un Pixelado.


Vicky
[Basado en un sueño real de Aldo Gómez Mazuela.
Nombre artístico: Carambanal Akhata.
Alias 'PixelAldo' o 'Pixelado']

L O+ L E Í D O · A Y E R

Maiduti

Se ve luz al final del túnel, se ve, Se ve a Maiduti aclamada por su envés: no la juzgan por su portada, quiere creer. Un nuevo deber en la agenda apuntada. Avanzan los pasos, los logros quedan cerca. Brindemos por los "ligeramente". No saborearemos el oro, pero en bandeja de plata yo se lo pondré. Se ve luz al final del sueño, se ve, del punto y coma duradero, a los tres. El continuará como dolor de barriga: podré decir que lo intenté.  ANTERIOR ["Inktober de Poemas: 4 de octubre: Maiduti"] SIGUIENTE

Buscando.

Me di cuenta tarde. Estaba efectivamente buscándote entre la gente. Tantos datos que me diste de ti y nadie coincide contigo en la calle. Temo siempre por distraerme y encontrarnos sin saber que lo hemos hecho, por eso miro a todos lados, antes de cruzar. Al frente si el semáforo está en rojo. A la muchedumbre si parece inmensa; busco quien destaque de entre la marea. Pero luego me doy cuenta de lo absurdo que todo parece. ¿Se estará dando cuenta alguien de este ridículo que estoy haciendo? Pero si nadie se percata, yo te seguiré buscando.

Hineni

Esa mirada que se esconde entre el cárdigan de tus palpitaciones y los soplos de a quien lanzas corazones es la que me intriga.   Andas siempre sonriente, con unos luceros como la noche observándome ¿qué es lo que pensaron entonces?, me pregunté ¿cuando aterricé sobre esos lunares buscando placer y encontré a dos estrellas fugaces esperando a otro viandante? No lo sé.   Hay satélites ambulantes que buscan dónde resguardarse de una soledad imparable, y buscan ubicarse, orbitando para fijarse en sólo una presencia inapagable como tú.   Pero dudo que estos hilos nos juntasen así que velo por tus sueños, desde tu olvido, y admiro desde otro sitio que esos ojos bonitos, amen a quien amen, encuentren un destinatario fiable. Esto es sólo un mensaje desde un dudoso remitente allá donde te encuentres, si me necesitas aquí estaré.  [ 29 de octubre con: CÁRDIGAN. Aportación de E udyptes] POEMTOBER SIGUIENTE

Nunca la misma; siempre diferente

Inmarcesible Que no puede marchitarse. Siempre el mismo discurso que no marchita, las mismas palabras cansinas, arrastradas, casi automáticas, sin ser románticas, siempre el mismo augurio, las mismas resignaciones prescritas, los mismos focos sobre la misma mirada de ojos: la nostalgia de poder haber sido otro quien se comiese el marrón. De los tiempos donde una se engañaba a sí misma y el reflejo le decía que no, que no eran buenos tiempos para sentir afecto ni pedir cariño, o la herencia, o la querencia en la que siempre se queda, esa estancia de indiferencia, no hay ventanas, sólo espejos y a caminar a tientas. Siempre es el mismo sermón inmarcesible en sus renglones, jugando en los laterales, recortando los bordes, sin ser extremistas opuestos, siempre conociendo las reglas, los juegos sucios, los trucos, temiendo los ases bajo las mangas, los puñales por la espalda. Siempre es el mismo resultado para quien juega en casa. Sin embargo nunca es la misma persona quien ...