Muere o mata (II): Bifurcación
[...]
Lo que Sam desconocía era que ir hacia el alcantarillado suponía ir hacia
el lugar de donde provenía aquel estruendoso disparo. Por eso, cauta y
temerosa, se acercó discretamente a Zack que sujetaba la linterna del Séptimo
Sótano (la única que habían encontrado en todo el camino). Zack se dio la
vuelta cuando la vio llegar por el rabillo del ojo.
—Zack, he oído un disparo por el túnel contrario de
dónde venimos. ¿Deberíamos ir por ahí?
Zack la miró. Era perfectamente consciente de la
situación y de a lo que les podría conducir si iban por este túnel pero, lo que
él sabía y el resto no, es que esto era una caza de animales de coto privado.
En aquello extraña nota venía un esquema del edificio en el que habían
despertado hace ya... ¿cuánto? ¿Diez semanas?
Finalmente Zack habló.
—Sam, es la única salida que hay. Si por mí
dependiera, buscaría otra escapatoria.
Sam recordó algo que encontró en la Salita de las
Cuatro Lámparas.
—Zack, todavía conservo la pistola que encontré.— Y le
mostró con cuidado, levantándose un poco la camiseta, el arma.
Zack ni se inmutó. Ya sabía que Sam portaba una
pistola; por eso fue una de las elegidas para formar el grupo de
reconocimiento. No por otra cosa, aunque... Por otro lado, debía estarla
controlando todo el tiempo, por si enloquecía. Si así fuera, con la pistola tan
cargada de balas, no quedaría ni él. Aunque Sam no parece de ésas que
enloquecen con facilidad...
—Ya lo sé, Sam— le sonrió levemente. Sam le devolvió
la sonrisa y volvió a darse la vuelta. Jeremy, que le costaba andar a causa de
una aguja que se le había quedado partida dentro del músculo de la pierna, les
observaba. El compañero de Jeremy se sacrificó por él en la prueba de la
Confianza Mutua. Jeremy confió bien poco en su compañero, en cambio éste confió
plenamente en Jeremy, y su compañero lo pagó.
—Jeremy sospecha, vete ya con él— le espetó Zack que
había visto cómo les miraba el nombrado desde lo más atrás del grupo. —No es de
confiar; fíate lo justo y dile una mentira sobre lo que estuviéramos hablando.
Sam asintió y regresó con Jeremy.
—¿De qué hablabais?
—De que Melly necesita que alguien le lleve a upas.
Jeremy miró a Melly, una niña de apenas nueve años que
ya se le notaba cansada de andar. Jeremy no preguntó más.
[...]